A lo largo de la vida, atravesamos momentos en los que sentimos la necesidad de expresar emociones que, de forma consciente o inconsciente, hemos reprimido. Estas emociones, por distintas razones, no llegaron a manifestarse en su momento. Pueden aparecer en procesos de duelo, durante cambios personales profundos, o en medio de conflictos familiares. En todas estas situaciones, nos enfrentamos a un torbellino emocional que a veces cuesta identificar y comprender.
Con frecuencia, necesitamos tiempo para procesar lo vivido y reconocer qué sentimos realmente. Es en ese momento, cuando comenzamos a tomar conciencia de nuestras emociones, que suele surgir la necesidad de expresarlas. Sin embargo, no siempre es posible comunicarnos directamente con la persona implicada: puede que ya no esté con nosotros, que viva lejos, o que simplemente no necesitemos —o no queramos— hablarlo cara a cara.
En estos casos, escribir cartas se convierte en un recurso terapéutico valioso. A través de la escritura, podemos dar voz a lo no dicho, liberar lo que quedó guardado y poner en palabras lo que sentimos. No es necesario entregar esa carta; su función principal es ayudarte a ti. Puedes decidir si deseas compartirla o no. Lo importante es permitirte ese espacio para conectar contigo mismo y sanar.
Natalia Fabra Marqués
Psicóloga General Sanitaria
(núm. de col·legiada 29372)