En Terapia infanto - juvenil

Hoy hablaremos de la emoción de La RABIA, IRA o ENFADO y esta emoción se experimenta cuando percibimos que han invadido nuestro territorio o nuestros derechos.

Sentir rabia es normal y sirve para defendernos.  Bien gestionada nos ayuda a enfrentarnos a situaciones injustas.

Por lo tanto, el problema no es la emoción, sino el comportamiento que se tiene cuando estamos enfadados. Por ejemplo, no se deben permitir las agresiones verbales o físicas.   Ante este comportamiento, es importante poner límites y enseñar a gestionar el enfado para resolver los conflictos de forma sana.

Como cualquier emoción, el enfado implica cambios a tres niveles: Fisiológico (aumento la presión arterial o de la frecuencia cardíaca). Pensamiento (ideas confusas) y Conducta (hacer las cosas sin control).

Debemos saber la causa del enfado ya que puede estar relacionada con diversos factores que actúan a la vez, como las características del niño o del contexto (situación, cambios, lugar…) y las características de los padres (su temperamento y su forma de reaccionar ante el enfado).

PARA PREVENIR LOS ENFADOS EN LOS NIÑOS:

En primer lugar, los padres tienen que ser modelos de referencia para los niños. Es recomendable que los padres aprendan a gestionar sus propias emociones y utilizar estrategias para calmarse.

En segundo lugar, entrenar la empatía , es decir, la capacidad de reconocer, comprender y conectar con las emociones de los demás. Por ejemplo, preguntando en situaciones cotidianas: “¿Cómo crees que se siente tu hermano cuando le dices eso?”.

En tercer lugar, fortalecer la autoestima del niño y adolescente, ya que es bueno reconocer los puntos fuertes y felicitarles por sus logros y esfuerzos.

En cuarto lugar, favorecer emociones positivas en familia.  Por ejemplo: momentos de escucha, juego o música.

 LOS PASOS PARA GESTIONAR EL ENFADO:

1. Detectar las primeras señales del enfado para poder anticiparnos y enseñar al niño a reconocer las sensaciones del enfado, para que identifique los momentos en que va aumentando. Por ejemplo, se puede utilizar el dibujo de un termómetro para que marque en qué nivel de enfado se encuentra. (la temperatura del termómetro irá subiendo dependiendo de la intensidad del enfado)

2. Cuando el enfado va en aumento, se tiene que poner nombre a la emoción(“estás enfadado”) y dejar que haga algo que le ayude a calmarse (contar hasta 10, hacer respiraciones profundas o irse a otro lugar).

3. Una vez que está más calmado, podemos ayudarle a resolver el problema siguiendo los siguientes pasos:

. ¿Qué ha pasado?

Debemos escuchar al niño, dejando a un lado lo que estamos haciendo y parar a escucharlo. Después podemos ayudarle a reconocer y aceptar su emoción.

. ¿Qué otra cosa puedes hacer?

Ayudar a buscar alternativas para solucionar el problema y animar a poner a prueba las opciones elegidas.

. Valorar los resultados, felicitar por los logros y pensar si hay que modificar cosas.

Si la frustración se desborda, la estrategia más útil para que las rabietas disminuyan es ignorar. La reacción inicial puede ser de aumento de la frustración, pero ésta bajará de forma gradual.

En casos en que el niño se haga daño a sí mismo o a otros no se tiene que ignorar. En estos casos, es útil separar al niño de la situación unos minutos para que se calme.  Para ello, sería útil crear un “Rincón de la calma” en casa, es decir, crear un lugar agradable dónde se pueden poner cojines, peluches u otros objetos que favorezcan la calma. El niño puede acudir al rincón cuando quiera y también en los momentos difíciles. La idea consiste en dedicar un tiempo a no hacer nada, simplemente a respirar, calmarse y a ser conscientes de nosotros mismos, sin juzgar. Cuando va volviendo la calma, se recomienda regresar a la normalidad tan pronto como sea posible.

 

¡Consejo! encontrar un espacio diario de forma rutinaria para la calma y la relajación, por ejemplo, con música o respiración profunda, favorece el bienestar general y la gestión emocional.

 

Cristina Gras. Psicóloga infanto-juvenil

Col. 22897