La ansiedad, aquello que conocemos casi todos, o bien porque la hemos sufrido o bien porque alguien próximo tiene o ha tenido. No hablo de la angustia adaptativa, aquella que sentimos dentro de los límites normales sino de aquella que nos molesta. Angustia con más sintomatología física o más cognitiva, o con ambas a la vez.
Angustia que se puede expresar en forma de pánico, de fobias o a lo largo del día cuando decimos generalizada.
La angustia puede ir variando como se expresa dentro de una misma persona.
Ante este tipo de angustia hay que buscar ayuda profesional o apoyo en el entorno.
Aquí os doy unas pistas de que podéis hacer:
1. Trabajar con terapia cognitiva para discutir y cambiar aquellos pensamientos disfuncionales que la provocan y la mantienen.
2. Hacer deporte.
3. Practicar algún tipo de meditación o yoga.
4. Buscar momentos para hacer aquello que nos gusta o nos relaja.
Estas son las recomendaciones que podéis encontrar en cualquier busca de Google, pero hay unos puntos que no es tan fácil acceder y que son primordiales.
Para superar la angustia hemos de tener actitud de hacerlo, quererlo, decirnos que somos capaces de hacerlo y aceptar y asumir que una última instancia depende de nosotros.
Pero hay una cosa todavía más importante. Tenemos que tener en cuenta que la angustia, como trastorno, es como un «error» del ordenador central que es el cerebro. Este tipo de ansiedad nos avisa de un peligro donde no está. Se equivoca.
Puede ser que nos avise de algo que tengo que cambiar o modificar o mejorar en mi vida, pero no es ningún peligro.
Por tanto, lo más relevante es dejar de hacerle caso. Permitimos que esté, no luchamos contra ella, no nos avergonzamos ni nos culpabilizamos por sentirla.
Aceptemos la angustia y perdámosle el miedo.
Marta Santaeulària
col núm 8.318