¿Por qué nos cuesta pasar página cuando nos enfadamos? ¿Por qué nos duran tanto los enfados?
Es una emoción que nos cuesta soltar y diría que incluso en algunos casos hacemos un esfuerzo consciente para no soltarla. Queremos estar enfadados y buscamos la manera de mantener la emoción activa. Pese a no ser una emoción agradable y positiva, tiene algo que nos gusta.
Hay una razón física: las hormonas que segregamos durante el enfado nos proporcionan un chute de energía y tardan bastante en desaparecer del cuerpo. Aunque el motivo por el que nos enfadamos inicialmente ya no esté presente y la emoción se haya rebajado, nuestro cuerpo queda sensibilizado ante esa emoción, de manera que cualquier inconveniente o frustración que suceda en las horas posteriores la activa de nuevo. Ser conscientes de esto nos puede ayudar a tener más paciencia en determinadas situaciones. Si sé que estoy de mal humor o enfadado por algo que me ha pasado en el trabajo, puedo poner en cuarentena todo lo que me molesta e irrita al llegar a casa, y esperar a estar en un estado anímico distinto para valorar y responder de manera proporcionada.
También hay razones relacionadas con el aprendizaje y los hábitos. En ocasiones el enfado hace que consigamos aquello que queríamos, reforzándose así la estrategia de enfadarnos. Pongo un ejemplo: cuando un niño quiere algo (jugar a la tablet, un chocolate, …) y decimos que no, el niño se enfada. Si como adultos no somos capaces de tolerar ese enfado y cedemos a la petición, el niño aprende a enfadarse para conseguir cambios en el ambiente. Si buscamos un ejemplo en la edad adulta, pensemos en los enfados de pareja, y en concreto en ésos que buscan a través del enfado-castigo que el otro cambie algo de su comportamiento.
En ocasiones el enfado nos sirve para evitar algo negativo. Seguro que habréis conocido gente que usa el enfado como defensa. Me refiero a personas que ante una crítica o una reclamación, reacciona enfadándose. A corto plazo puede resultar una buena estrategia pero, a largo plazo, impide hacer autocrítica y genera problemas sociales.
Todos estos enfados son instrumentales porque sirven para conseguir o evitar algo. Como estrategia puntual puede funcionar, pero si se generaliza, a largo plazo deja de tener efecto. Las personas que rodean al enfadado se habitúan y dejan de responder, y entonces éste tiende a prolongar sus enfados o a aumentar su intensidad hasta llegar a ser desproporcionados, no llegando a entender cómo es que los demás se han vuelto tan insensibles a su malestar.
El enfado instrumental es una estrategia aprendida de manera inconsiente. No es que de manera fría y calculada alguien decida enfadarse para evitar una bronca o para conseguir algo, sino que surge de manera automática ante determinados estímulos y luego la persona no sabe cómo hacer para dejar de estar enfadado.
Os propongo la conciencia emocional como alternativa a la reactividad. Ser conscientes de lo que sentimos en cada momento nos puede ayudar a entender qué nos mueve, qué nos está sucediendo, qué necesitamos de la situación o del otro y a buscar maneras más sanas de expresarlo.
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo” Aristóteles
Laura S.