En adolescentes, niños, padres, Terapia de pareja, valores

Cuando trabajamos en terapia de pareja, tenemos que mirar de adoptar una actitud neutral. Esto, será así, siempre que vemos que los dos miembros se sienten seguros y apoyados por igual. Pero por desgracia, no suele ser así, siempre hay uno que se derrumba. Más llantos, más sufrimiento, más angustia. En las parejas heterosexuales, esta persona suele ser la mujer.

Aquí se abre un dilema, ¿es realmente su sufrimiento mayor? O es que ¿a los hombres les cuesta más expresar sus sentimientos?
Evidentemente hay de todo. Pero por mi experiencia, hay demasiados casos en los cuales se hace patente la dificultad masculina a la hora de expresar los sentimientos. Y esto, entre otros factores, es  causado por un aprendizaje deficitario.

Aprendizaje deficitario en la detección de sentimientos que comporta una dificultad en la expresión de estos.

Os pongo un ejemplo, las mujeres suelen afinar mucho más en las expresiones de sentimientos. Con matices, con puntualizaciones y aclaraciones. Los hombres deprimidos, ante la pregunta de cómo te sientes, pueden decir chafados. Y nada más.

Es cierto, que el cerebro masculino y femenino es diferente, pero también es cierto que durante años se ha recibido una educación diferenciada.

Observamos que, la sensibilidad, la emoción expresada, las lágrimas… hasta no hace tantos años, eran cosas de mujeres. Y los hombres y mujeres de aquella época somos los educadores de los hombres jóvenes actuales. A los niños y jóvenes se los continúa exigiendo más, ser valientes y fuertes, que a las mujeres. Es así. Nos sale casi inconscientemente, a consecuencia de este aprendizaje erróneo, y en los hombres deficitario.

Todo esto se ve muy claro en las terapias de pareja, la incapacidad de ellos para expresar como se sienten, incluso para ocultarlo. La vergüenza si se llegan a emocionar. La rabia tapando tristeza.
Y ciertamente, es una lástima, en muchos aspectos.

Primero por ellos mismos, que pueden conectar menos con sus sentimientos. En segundo lugar, por los problemas que les supone con la pareja, que los pueden llegar a ver como unos insensibles. En tercer lugar, por las consecuencias de todo.

Sinceramente, la peor de las consecuencias, para mí, es cuando ves parejas que se estiman y se separan. Y pueden haber motivos justificados para esta separación. Pero cuando el motivo es este que os he comentado, es, realmente, una pena.

Qué hay que hacer?

Hace falta, pues, deshacernos de antiguos patrones, poniéndo conciencia cuando educamos. Hay que intensificar en el tema sentimientos, sobre todo en los niños. Hace falta que aprendamos a preguntarles. Porque los sentimientos están, y no podemos cometer el error de pensar, por ejemplo, que sin lágrimas no hay tristeza.

Hay que mejorar, por tanto, este aprendizaje emocional, que hoy en día todavía es deficitario.

Marta Santaeulària

cól. núm 8.318