Aburrimiento
1.m. Cansancio del ánimo originado por falta de estímulo o distracción, o por molestia reiterada.
Cuando llega el verano y el estrés del trabajo empieza a aflojar, comienzan las jornadas intensivas, acaban los masters, los exámenes, las extraescolares y empezamos a disponer de tiempo libre extra, hay personas que caen en una especie de vacío o aburrimiento. Estamos tan acostumbrados a tener la agenda ocupada que cuando tenemos huecos no sabemos qué hacer con ellos.
Los niños suelen ser los que más notan este cambio de ritmo, pasando de la ocupación casi continua (escuela, extraescolares, deberes y obligaciones varias) a un periodo estival de tiempo vacío, sin estructura ni obligaciones. Cierto es que la mayoría van a campamentos, colonias, casales y actividades, pero incluso así existen amplias franjas horarias de tiempo libre.
Cuando observamos a un niño aburrirse vemos claramente como al principio no sabe dónde colocarse, se tira en el sofá, deambula, se queja, pide algún estímulo (normalmente comida, pantallas o atención) … pero si esperamos sin intervenir y seguimos observando, después de un rato, se levanta y comienza a hacer algo por iniciativa propia.
Sabemos que es aconsejable dejar que los niños se aburran, ya que fomenta la creatividad, la imaginación y la autonomía. El problema viene cuando se trata de aplicarnos esto que conocemos bien a nosotros mismos (adultos). Nos cuesta no sucumbir a la tentación de poner un podcast, mirar Instagram (o cualquier otra red social que uses), llamar a alguien para quedar,… No toleramos bien el aburrimiento ni los espacios de tiempo sin nada que hacer, así que los intentamos rellenar con la estimulación que negamos a los niños por su bien (comida/bebida fuera de horas, pantallas o atención externa).
Esta situación de aburrimiento puede ser beneficiosa también para los adultos. Por ejemplo, dejar deambular la mente con todo el tiempo permitido puede hacer que cambiemos la visión de nuestras acciones y opiniones habituales, que son fruto muchas veces del apremio y del automatismo, cuando no tenemos tiempo para el análisis tranquilo. Una cierta instropección nos puede ayudar incluso a innovar en la forma de afrontar decisiones, ya sea en el trabajo o en la vida personal.
El uso que hacemos hoy en día de la tecnología no ayuda. Estamos sobrecargados de estímulos y esto hace que lo neutro, lo lento, lo contemplativo sea prácticamente imposible de soportar por nuestros cerebros. A veces nos aburrimos incluso cuando estamos inmersos en actividades placenteras que nos interesan, simplemente porque requieren más tiempo del que estamos acostumbrados a dedicar a un solo estímulo. Por ejemplo, cuando estamos viendo una serie que nos gusta pero sentimos la necesidad de abrir el móvil para ver si tenemos algún mensaje sin leer o alguna noticia que ver.
Nuestro umbral de tolerancia al aburrimiento actualmente es muy bajo, por ello os invito a ampliarlo estas vacaciones o lo que queda de ellas. Para ello:
- No planifiques cada momento del día, deja espacio para el aburrimiento.
- Reduce el consumo de pantallas todo lo que puedas (pon limitadores de tiempo a las aplicaciones a las que más tiempo dedicas, introduce periodos sin movil durante el día, utiliza el modo avión durante las comidas, …)
- Baja el ritmo. Tomate tu tiempo para todo. Una cosa a la vez.
- Haz actividades al aire libre.
Y si finalmente aparece el aburrimiento, aprovecha la experiencia para ampliar tu tolerancia. Observa la sensación de aburrimiento y la urgencia de hacer algo, pero no hagas nada, tómate un tiempo de introspección. Cuando la urgencia por hacer algo afloje será el momento de elegir a qué vas a dedicar el tiempo que tienes. La urgencia nos lleva a buscar los estímulos habituales (comida, pantallas, atención), pero si nos permitimos ese tiempo de reflexión podremos elegir qué hacer de manera consciente y creativa.
Laura S (col.21209)