El pasado viernes, 23 de abril, celebramos San Jordi, el día del libro y del amor. Este mes que reconocida y celebrada festividad en nuestra cultura me ha llevado a reflexionar sobre la percepción que tiene un hijo sobre la lectura.
A menudo me encuentro, en contexto de consulta y de escuela, niños y adolescentes a los cuales no los gusta nada leer. La lectura, para ellos, significa una obligación, impuesta por la escuela, que a menudo es más una fuente de molestia y de estrés que no de placer y entretenimiento.
Los padres, por su parte, te explican preocupados que el niño se niega a leer en casa, que no encuentran la manera de “engncharlo” a nada y, como consecuencia, se retrasa el proceso de adquisición de la lectura, se entorpece el rendimiento en todas las asignaturas y se perpetúan las dificultades que puedan tener en este ámbito.
Pero, ¿qué podemos hacer desde casa para favorecer que nuestros hijos desarrollen el hábito de leer y lo disfruten? Aquí os dejamos algunas ideas:
- Seamos un modelo para ellos. Los niños aprenden, en gran medida, por observación e imitación. Si ven a sus figuras de referencia, normalmente los padres, leyendo en casa, ellos también se interesarán por la lectura.
- Adaptémonos a sus intereses. Entendamos que cualquier lectura es una buena opción, siempre y cuando sea adecuada a la edad y al momento madurativo en que se encuentre el niño. Permitamos que puedan explorar todos los géneros y dejémoslos que elijan ellos qué libros quieren leer.
- Tengamos una mente abierta. Más allá de los libros en su formato más tradicional, otros formatos, como los cómics o las revistas, son igualmente válidos para iniciarse a la lectura.
- Empezamos a percibir la lectura como un hábito. Del mismo modo que otros hábitos cotidianos, como por ejemplo lavarnos los dientes, vestirnos o poner la mesa, necesitan un tiempo de adquisición, la lectura también lo requerirá. Hay que entender que el niño está poniendo en práctica nuevas habilidades cognitivas en pleno desarrollo, y esto implica tiempo y esfuerzo.
- Creamos un entorno que invite a leer. Conectado con el punto anterior, siempre que queramos crear un nuevo hábito lo mejor que podemos hacer es facilitarlo al máximo. Simples acciones como el hecho de tener libros en casa, visibles y atractivos para los niños, en un ambiente de calma que impulse a tener ganas de leer, pueden marcar una gran diferencia.
- Impliquémonos todos. Si convertimos la lectura en una actividad en familia, conseguiremos una gran oportunidad para pasar tiempos juntos de una manera divertida. Se pueden leer o contar cuentos juntos, o compartir momentos de lectura en los que cada cual lea su libro.
- Intentemos entender qué hay detrás del rechazo por la lectura. Casi siempre, los niños muestran y verbalizan aburrimiento o desinterés. Sin embargo, detrás de estas muestras se esconde, a veces, la frustración, especialmente cuando hay algún trastorno de aprendizaje o retraso en la adquisición de la lectoescritura. En estos casos, tenemos que ser especialmente sensibles a las emociones del niño, intentar menguar estos factores que pueden estar afectándolo y enfocar la actividad desde otro punto de vista, sin forzar ni remarcar los errores. Una buena manera de relajar el momento de la lectura es la de leer cuentos o contarlos en voz alta, o mirar cuentos con dibujos para evitar la angustia que les supone ver páginas llenas de letras.
“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”. Jorge Luis Borges.
Iris Ramon Torres
Neuropsicóloga (colegiada n.º 26206)