Este es el título de un libro del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, cuyas obras se han hecho populares por su análisis de las condiciones sociológicas actuales.
En La sociedad del cansancio identifica y describe un cambio importante en la mentalidad de las sociedades occidentales en las últimas décadas: hemos pasado de sujetos a proyectos. Esto quiere decir que si antes nos percibíamos como sujetos a normas e instituciones ahora somos cada vez más autónomos, responsables para llevar a buen término nuestras iniciativas y posibilidades, cada vez más libres de tutelas ajenas.
Se pasa de moverse por exigencias externas a motivaciones internas, de las coacciones de la disciplina a la autogestión. En el lenguaje del autor se resume como el paso del deber al poder hacer, o del sujeto de obediencia al sujeto del rendimiento.
Este mandato del “tú puedes”, al interiorizarse, puede ser más coactivo y extenuante que el antiguo “tú debes”, porque nos lleva por nuestra propia voluntad al límite de nuestros esfuerzos.
Las consecuencias que esta nueva concepción del sujeto comporta en sus casos extremos son las patologías contemporáneas: la depresión a gran escala o el síndrome del Burn out. Su aparición se debe al exceso de auto-exigencia, que pasa entonces a ser auto-explotación, siendo a la vez víctima y verdugo de uno mismo. Cuando el esfuerzo es exagerado aparecen el cansancio y el bloqueo, el no poder más.
En estas condiciones el malestar se agrava, porque la persona que fracasa en sus proyectos, que se queda atrás en la competición, se culpabiliza a sí misma por no estar a la altura. Además es un dolor que obliga a callarse: si uno se percibe como responsable de sus debilidades, entonces se avergüenza de sí mismo y evita comunicar su incapacidad para no quedar en evidencia ante el juicio de los demás.
El aislamiento, además de negar la posibilidad de expresarse y así aliviar en parte el malestar, hace difícil la solidaridad con otras personas que podrían estar pasando por las mismas circunstancias. Los tiempos nos obligan a ser empresarios de nosotros mismos, y entre empresarios no hay solidaridad. A diferencia de lo que ocurría en la época del predominio del deber, la persona que ha enfermado por unas condiciones laborales abusivas no puede solucionar su problema agrupándose en una comunidad de miembros con los mismos intereses. Está tan inmerso en la cultura del individualismo competitivo que lo ha conformado que no concibe una acción mediante la asociación con otros.
Esto lleva al autor a no ser optimista, porque mientras nos sigamos considerando y actuando como competitivos gestores de egos, el individuo cansado contemporáneo no llegará a encontrar ni un ritmo de actividad adecuado ni una satisfactoria relación con los demás.