El síndrome del impostor no es ninguna categoría diagnóstica oficial pero sí describe un fenómeno psicológico bastante frecuente en las consultas de psicología.
El término surgió en los años 70 para describir la sensación que tenían algunas mujeres de éxito académico o profesional de no ser en realidad merecedoras de tal éxito y de estar ocupando un lugar que no les correspondía, achacando dichos logros en realidad a la suerte o al haber generado una imagen exitosa falsa de si mismas en los demás, y por lo tanto de ser unas impostoras. Esas mujeres vivían con el miedo de ser descubiertas en cualquier momento y defraudar así a su entorno. Para que eso no sucediera sobrecompensaban, dedicaban más tiempo a sus trabajos o estudios, de manera que cada vez obtenían más reconocimiento y logros, entrando en un bucle vicioso. Cuanto más reconocimiento recibían, más se alejaba su “Yo percibido por los demás” de su “Yo percibido como el Real” y más aumentaba su sensación de ser unas impostoras. Y cuanto más aumentaba esa sensación de ser un impostoras, más miedo de ser descubiertas y más sobreesfuerzo.
Simplificando mucho, vemos cómo la solución implementada de sobreesforzarse acababa reforzando la falsa idea de “no ser suficientemente buenas” puesto que “si fuese realmente buena no necesitaría esforzarme tanto”. Pero no podemos olvidar que se trata de fenómeno multifactorial y debemos atender también al papel que juegan aspectos como la autoexigencia, el perfeccionismo, las expectativas propias o ajenas, la autoestima, el autoconcepto, la historia de aprendizaje, el estilo de crianza, las creencias disfuncionales, etc.
Desde entonces se han hecho muchos estudios y se ha visto que no es algo que afecte exclusivamente a las mujeres sino que se da por igual en hombres y mujeres, así como en los diferentes grupos de edad. También se ha visto que no es un fenómeno que se circunscriba estrictamente a lo académico o profesional, a día de hoy en las consultas encontramos muchas personas que se sienten impostoras en los diferentes ámbitos de la vida.
Parte de este auge creo que es debido al desarrollo de las redes sociales y al exhibicionismo que practicamos en ellas. La tendencia a dar una imagen idealizada de nuestras vidas hace que luego sintamos que somos un poco fraude. Ni somos tan buenos padres, ni tan buenos amigos, ni tan buenos hijos, ni nuestras vacaciones son tan maravillosas, ni nuestra vida de pareja tan ideal como mostramos en nuestras redes sociales.
Estamos inmersos en la sociedad de la Impostura, una sociedad que muestra sólo una versión idealizada de la vida y que genera unas expectativas irreales e inalcanzables en sus miembros, que acaban sintiendo que no son suficientemente buenos.
Laura S.