En Terapia individual

Si no hemos sido previsores, seguramente en estas fechas ocupamos nuestro tiempo libre visitando tiendas y haciendo compras, a veces planificadas, a veces impulsivas.

“Comprar” es una forma rápida de obtener algo, y no siempre se trata del objeto que compramos, sino de la sensación de satisfacción que aporta. Me refiero a todas esas veces que entramos en las tiendas “a mirar”, sin ninguna necesidad concreta, a la caza de un objeto nuevo que llame nuestra atención, al encontrarlo experimentamos una necesidad de poseerlo, “me gusta”, “lo quiero”, lo compramos (fácil) y nos sentimos satisfechos con la compra por un rato. Posiblemente al llegar a casa no sepamos dónde colocarlo y nos demos cuenta que no necesitábamos comprarlo, y de que ya no nos aporta nada. Puede que incluso después de un tiempo, cuando tropecemos con el objeto, sintamos cierto malestar por malgastar dinero y tiempo en algo que ahora nos molesta. Y aunque esto nos pasa con cierta frecuencia, no parecemos darnos cuenta, o sí, pero continuamos comprando sin necesidades concretas sólo por el chispazo fugaz de satisfacción que nos aporta. Es pura química cerebral.

Y no hablo de las compras compulsivas (definidas dentro del espectro patológico), sino de esas compras casuales, innecesarias pero frecuentes. Casi podríamos decir que es una forma de ocio, una forma de obtener satisfacción más.

Por eso quiero señalar otra manera de ocupar el tiempo, el arte. La actividad creativa sea en el ámbito que sea.

Las sensaciones que deja un pequeño proyecto creativo, son indescriptibles. No me refiero a hacer una “obra de arte”, sino a simplemente hacer algo por ti mismo. Ejemplos: Customizar una libreta, hacer un bolso, hacer tus propios adornos navideños, inventar un juego de mesa, hacer una felicitación, poner orden a las fotos familiares y montar un álbum o un cuadro con ellas, restaurar un mueble y darle una apariencia nueva, … pequeños proyectos que aportan una sensación de bienestar duradera. No es fugaz como el subidón que tenemos al efectuar una compra, pero que desaparece antes de llegar a casa con el nuevo objeto.

Dedicarse a un proyecto creativo, por muy pequeño que sea, aporta múltiples beneficios:

  • Mejora la concentración
  • Mejora la autoestima y la confianza en uno mismo
  • Se trabaja la autodisciplina
  • Trabajamos el miedo al fracaso, el miedo a la opinión de los demás, el miedo a equivocarnos.
  • Ganamos flexibilidad mental
  • Aprendemos a tomarnos nuestro tiempo, alivia el estrés.
  • Hace que nos sintamos útiles.

Todos poseemos la capacidad de ser creativos. Por ello, os animo a que estos días os busquéis un proyecto pequeñito y comprobéis vosotros mismos las sensaciones y los beneficios que aporta.