Puede sonar extraña la afirmación “yo decido como me siento y actúo” ya que estamos acostumbrados a pensar que nuestras emociones dependen de lo que nos pasa, de lo que nos hacen, tendemos a culpar al mundo o a los demás de cómo nos sentimos e incluso también muchas veces de cómo nos comportamos. Ejemplos como “me estás cabreando”, “yo no quería hacer esto pero la situación me ha obligado”, “si esto no me hubiera pasado no estaría así, el mundo es injusto”… son la demostración de esto.
¿Pero realmente es así? ¿Estamos destinados a sentir y actuar dependiendo de lo que nos ocurra o de lo que nos digan o hagan? ¿El mundo y los demás tienen el poder de que nos sintamos de una manera u otra?… ¡realmente NO!
Tampoco vamos a negar lo evidente. Lo que nos pasa y cómo se comportan los demás tiene una influencia en nosotros, pero no determina como nos sentimos. Somos responsables de cómo nos sentimos, aunque esto a veces no gusta oírlo. Puede parecer más cómodo poder responsabilizar al mundo y a los demás de nuestras emociones que responsabilizarnos nosotros mismos, pero que mejor que ser dueño de lo que sientes. Por eso la decisión final está en ti, ¿prefieres pensar que no tienes ningún control sobre lo que sientes y ser preso de lo que sucede a tu alrededor? ¿O prefieres responsabilizarte de cómo te sientes y por lo tanto tener el poder de sentir de una manera u otra?
Para poder demostrar esto, voy a explicar con un ejemplo en que consiste el modelo ABC que creó Albert Ellis, que parte de la premisa estoica (Epícteto, siglo I d.C) de que “no son las cosas lo que nos perturba, sino la interpretación que hacemos de ellas”.
Las siglas “ABC” quieren decir:
A= acontecimiento, situaciones externas o internas
B= Creencias, lo que pensamos sobre las situaciones
C= consecuencias emocionales y conductuales. Lo que sentimos y hacemos.
Y según este modelo, AxB=C.
Es decir (los que nos pasa) x (lo que pensamos) = (lo que sentimos y hacemos).
Ejemplo del modelo ABC. EL MODELO DE LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO.
El “modelo de la pérdida de un ser querido” es una manera sencilla para aprender el papel fundamental que juegan nuestras creencias en el origen de nuestra perturbación emocional. Con este modelo te intentaré explicar que hace que nos trastornemos emocionalmente.
Vamos a ilustrar todo ello con un ejemplo para que quede más claro. Imaginemos una situación o A como podría ser la muerte de un familiar querido. Ante esa misma A, habría personas que se sentirían deprimidas en C. Otras en cambio, se sentirían ante esa misma A rabiosos en C. Y, en cambio, otros se sentirían sanamente tristes en C. Si la situación A de la muerte de un ser querido fuese la causante de la emoción entonces cabría esperar que todas las personas hubiesen sentido lo mismo, pero la realidad nos ha demostrado que no es así, sino que hay personas que ante esa misma situación se sienten deprimidas, otras rabiosas, y otras tristes. ¿De qué depende entonces la emoción? De nuestra interpretación o B acerca de lo ocurrido:
La persona que se siente deprimida en C se estará diciendo cosas como “No DEBERÍA haber muerto, es lo PEOR que me podría pasar”.
La persona enrabiada, en cambio, se dirá cosas como “Esto no DEBERÍA haber sucedido, el mundo es INJUSTO”.
Pero, en cambio, el que se siente sanamente triste en C se estará diciendo cosas como “PREFERIRÍA que esa situación no hubiera ocurrido, pero no hay razón alguna por la que NO me TENDRÍA QUE haber sucedido a mí”.
Probablemente, las emociones de las dos primeras personas les produzcan un gran malestar emocional y sufrimiento innecesario, y una conducta sumamente alterada.
Así, la persona con sentimiento de depresión puede que acabe tirado todo el día en la cama, que deje de hacer las cosas que antes hacía y de las cuales disfrutaba, que se aísle de la gente, y que no encuentre motivos por los que seguir viviendo. Todo ello por seguir aferrado a exigencias dogmáticas de que NO le DEBERÍA haber ocurrido tal cosa, y que lo ocurrido es lo peor que le podía pasar en la vida y que jamás lo superará.
La persona con sentimientos de rabia puede que acabe haciendo conductas agresivas como peleas, consumo de drogas, aumente también su sentimiento de inseguridad y de miedo, y todo ello también por seguir aferrado a exigencias dogmáticas de que NO DEBERÍA pasar estas cosas en el mundo.
Estas dos personas sufrirán innecesariamente por seguir aferrado a exigencias de que las cosas NO DEBEN ser como son, pero la realidad es como es y poco podemos hacer al respecto.
En cambio, la persona con actitud preferencial se sentirá altamente triste por lo ocurrido y en consecuencia su conducta será más constructiva y adaptativa, viendo cuáles son las posibilidades o alternativas que tiene al respecto. Así, ante la situación de la muerte de un ser querido puede: elaborar y aceptar la pérdida, despedirse del ser querido con una carta, rodearse de la gente que quiere, valorar más la vida, etc.
En cualquier caso, ante la situación desafortunada se buscará la alternativa deseada, se intentará mejorar la situación si se puede, y si no se puede, o no quiere hacerse, debido al gasto de tiempo y energía, se aceptará la realidad tal como es y se tolerará la frustración. Una actitud preferencial supone aceptar que las cosas NO TIENEN QUE ser como uno prefiere, que no hay razón alguna por la que NO me TENGA QUE ocurrir nada negativo. Sólo desde una actitud preferencial puede ver cuáles son sus alternativas ante un suceso negativo.
La realidad es como es, y pocas veces se ajusta a cómo nos gustaría que fuera. Parece ser que a las leyes de la naturaleza les importa poco nuestros deseos. Si se sigue aferrado a exigencias absolutistas de que las cosas TIENEN QUE ser del modo que yo DESEO el sufrimiento es inevitable y nuestra infelicidad irá en aumento.
A. Pérdida de un ser querido. –> B. “No DEBERÍA haber muerto, es lo PEOR que me podría pasar” –> C. DEPRESIÓN.
A. Pérdida de un ser querido. –> B. «Esto no DEBERÍA haber sucedido, el mundo es INJUSTO”. –> C. RABIA
A. Pérdida de un ser querido. –> B. “PREFERIRÍA que esa situación no hubiera ocurrido, pero no hay razón alguna por la que NO me TENDRÍA QUE haber sucedido a mí” –> C. TRISTEZA
Marta Martorell
Nº col. 24059
Psicóloga General Sanitaria
Psicoterapeuta TREC