«El que ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo». León Tolstói
Dejad que os explique un cuento…
Un hombre tenía un gran jardín lleno de flores preciosas. Eran las flores más vendidas de su país. Cada año ganaba el premio a las flores más grandes y de mejor calidad, era la admiración de toda la región.
Un día un periodista le preguntó por el secreto de su éxito.
El señor le contestó:
- Mi éxito es debido a que, de cada cultivo, separo las mejores semillas y las comparto con mis vecinos para que ellos también las siembren.
- Eso es una locura! – dijo el periodista – ¿No tiene miedo de que sus vecinos se hagan tan famosos cono usted y se lleven los premios?
- Lo hago porque, si ellos tienen buenas semillas, el viento y las abejas devolverán a mi cultivo buen polen y buenas semillas, y la cosecha será mejor. Si no lo hiciera así, ellos sembrarían semillas de mala calidad y el viento las llevaría hacia mi cultivo. Las suyas entonces se cruzarían con las mías y harían que mis flores fueran de peor calidad.
Tendemos a valorarnos a nosotros mismos a base de compararnos con los demás. ¿Estoy mejor o peor que el vecino? ¿Y quien quiere estar peor? Esta forma de autovaloración nos lleva a desear que el otro esté peor o por lo menos, que no esté mejor que nosotros. Pero ¿qué sentido tiene?
¿Y si en vez de competir o envidiar los éxitos de los otros, colaboráramos e hiciéramos nuestros sus éxitos?
Ayudar a los otros aumenta la autoestima, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión y provoca sentimientos de alegría y felicidad. Necesitas más motivos?