En Terapia de pareja, Terapia individual

No podemos cambiar nada hasta que nosotros lo aceptamos. La condena no libera, oprime. (CG Jung)

Todos sabemos que los humanos tenemos la capacidad de experimentar un gradiente de emociones mucho más complejo que el del resto de los animales. Nuestro evolucionado cerebro nos permite estar contentos o emocionados, sentir gratitud, alago, miedo o pánico entre muchas emociones y sentimientos. Además, nuestra corteza cerebral nos permite la metacognición, eso significa que podemos pensar y reflexionar sobre nuestros propios pensamientos y sentimientos.  Pero lo que parecería el resultado de un sinfín de ventajas, puede acabar convirtiéndose en un maleficio “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” que decían en la película de Spiderman.

Pongamos una cebra que está comiendo tranquilamente en medio de la sabana cuando de golpe aparece un león hambriento a su caza. El cerebro de esta cebra emitirá una respuesta instintiva, emocional y fisiológica de estrés que le permitirá al organismo salir corriendo (huir del peligro) puesto que es la respuesta que va a garantizar la supervivencia con mayor probabilidad. Cuando el peligro haya pasado, la cebra y todo ese sistema nervioso seguirán dónde lo dejaron: comiendo para mantener el equilibrio del organismo. Desaparece el peligro, desaparece la emoción de ansiedad o estrés.

Pongamos que un humano pudiera estar en la misma situación. El sistema nervioso de éste respondería exactamente igual que el de la cebra en el momento del peligro. Pero una vez pasado éste, los humanos somos los únicos con capacidad para pensar por ejemplo “Debería haber luchado ¡soy un cobarde!”. Somos los únicos que podemos vivir la compleja sensación de sentir vergüenza por haber sentido miedo.

En el día a día de nuestra cotidiana vida viene a ser algo así: “Sentí rabia (1) cuando mi jefe me dijo que no estaba haciendo bien mi trabajo y no podía soportar (2) esa sensación”, “Tengo miedo (2) a tener un ataque de pánico (1)” “Me siento culpable (2) por no haberme cagado de miedo (1).  Juzgamos nuestras emociones y sensaciones y le añadimos a un problema primario (1) otro de secundario (2). Un 2×1 en toda regla.

No compres esa oferta. A ti humano lector, ACEPTEMOS que somos imperfectos, aceptemos que a veces somos miedosos, que nos enfadamos cuando no conseguimos lo que queremos, que nos equivocamos y que no hay nada terrible, ni insoportable, ni condenatorio de ello.

Sólo reflexionando de esta manera, estarás preparado para trabajar esa rabia, ese miedo, esa frustración primaria en situaciones concretas del día a día que no te gustan.

Para aprender a cambiar  antes deberás aprender a ACEPTAR. Ese es tu gran poder y tu gran responsabilidad.

 

Bibiana