Está prohibido pasarlo mal. Cómo lo lees. No puedes, no debes pasarlo mal. Así que fíjate bien cuando empieces a notar en ti un atisbo de malestar y ahonda en lo terrible que es sentirse de esta forma.
Si estás leyendo esto, probablemente seas de esa generación en la que creciste des de niño, no con un pan debajo del brazo, si no con un librito de “Cómo debe ser las cosas, según Yo”. No digas que no tan rápido y piensa en las veces des de que te levantas hasta que te acuestas en las que te enrabias, te pones ansioso o te deprimes: “El tren debería haber parado antes”, “no deberían haber tantos coches en la carretera”, “la gente debería conducir mejor”, “deberían valorarme cómo yo quiero en el trabajo”, “tendría que poder tomar esta decisión sin perder nada”, “No debería tener este trabajo”, “él/ella debería entenderme!”, “ esto no debería haber sucedido así”, etc… Percátate de esos pensamientos que te acompañan todo el día sobre quejas de cómo son las cosas. Haz la prueba.
Ahora dime, ¿Por qué lógica razón todo esto debería ocurrir de otra forma si la realidad de cada día es justamente esta? No sería más lógico esperar que por ejemplo, dado que es lo que ha sucedido en todas las otras veces anteriores, cuando fueras al trabajo te encontraras con algún conductor que hace alguna barbaridad?
Te diré porque te pasa todo esto, por tu librito. El librito de “Cómo deben de ser la cosas según Yo”. Porque si el mundo hiciera, o si en el mundo pasaran las cosas de la forma que a ti te gusta que lo hagan… todo me sería máaaaas fácil. ¿Si o No? Sería máaaas cómodo. “¿Por qué diantre tengo que pasarlo mal, eh?” Y es que este es el precio que hemos pagado por vivir en la sociedad actual que vivimos. Es el precio de la infelicidad. Cada vez que aceptamos de forma indirecta anuncios que nos venden que la vida debe ser más fácil, más cómoda y más rápida, estamos aceptando una vida de infelicidad. Fíjate, ¿Cuánto tardas en comprar un libro? No tienes ni que hacer cola, ni tan sólo moverte. Sólo apretar un botón. Hay aplicaciones, cada vez más sencillas para conseguir todo lo que quieras de la forma más fácil, sencilla y rápida posible. El progreso en tecnología va en ese sentido. Nada debe costarnos, nada debe molestarnos. “no te frustres… la vida tiene que ser más fácil” nos gritan. Y cuando nos encontramos algo en el mundo que no nos gusta o nos cuesta algo más de lo que nos gustaría… aparece nuestro DRAMA. “no es justo!” “es horrible” “no lo puedo soportar”.
Bienvenidos a la baja tolerancia a la frustración. Cada vez toleramos menos sentirnos mal, las emociones negativas. Nos criamos rígidos, inflexibles y exigentes ante la vida. Cada vez más. Mira a los niños de tu alrededor “Que no se haga daño”, “No le suspendas!”, “Que no le sea tan difícil!” “Que no le pase nada malo!”.
Cuando uno para un momento, dentro de este caos del día a día, a reflexionar sobre lo que exige a la vida… uno cae en la cuenta de una cosa: en realidad la vida no tiene que ser cómoda, ni las cosas fáciles, y lo mejor… aún así… no es terrible que no suceda. Simplemente la vida ES, aunque sea desagradable en muchos momentos. No es necesario perturbarse más de lo necesario. ¿no crees?
De hecho, las cosas más importantes en la vida, las que valen realmente la pena no son las más fáciles, ni las más cómodas, ni las más rápidas de conseguir.
Pero resulta que este aprendizaje no viene solo, tiene doble regalo. El sentido del humor. Uno vuelve a reír de lo que sucede, despierta su ingenio y se libera de la excesiva seriedad que no se había dado cuenta que tenía.
Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.
Bibiana