Pau está jugando en el parque con una pala y un camión de juguete que llena y vacía de arena una y otra vez. Su madre lo observa atentamente. Mario, que está jugando a pocos metros, mira a Pau y se interesa por su camión, se acerca y lo coge sin mediar palabra. Pau reacciona y no le deja llevárselo. Ambos forcejean, luchan por el camión, gritan y se empujan. La madre de Mario corre apresurada a devolverle al otro niño lo que es suyo y a reprender a su hijo por quitar los juguetes de otros. Los juguetes hay que pedirlos. A su vez, la madre de Pau se dirige hacia la escena, y de buenas maneras pide a su hijo que comparta sus juguetes con el otro niño.
Si frecuentas los parques infantiles habrás presenciado escenas parecidas a diario. ¿Qué mueve a la madre de Pau a pedirle a su hijo que comparta sus juguetes con otro niño? Está claro que Pau estaba jugando muy bien solo y puede que no le apetezca compartir sus juguetes en ese momento. Una respuesta es que queremos ser amables con los demás. Otra posibilidad es que queremos enseñar valores a nuestros hijos, a ser generosos y sociables. Y no querer dejar los juguetes y patalear por ello, nos suena a “egoísmo” y “antipatía”.
La mayoría de estas escenas, después de indicar al Mario de turno que pida las cosas adecuadamente, acaban con que el niño que quita, quiere o pide el juguete, lo obtiene. Y el que no lo quiere dejar, lo acaba dejando de mala gana. Pau aprende que lo adecuado es dar cuando te piden algo de buenas maneras. Ve que su madre se alegra cuando comparte sus cosas y que no se pone tan contenta cuando no lo hace. Lo que traducido al lenguaje de niños es “mi madre me quiere si comparto mis cosas” o “lo que necesitan los demás es más importante que lo que quiera yo”.
Siempre esta quien dice, si a ti te viene un desconocido y te pide el coche, ¿se lo dejarías? Ahí la respuesta es clara. Parece descabellado que le pidamos a los pequeños cosas así. Pero y si viene un compañero de trabajo y te pide que te quedes un rato para ayudarle a entregar algo muy urgente, ¿lo harías? Ahí la respuesta ya no es tan clara. Y si una amiga te pide que le hagas una de tus maravillosas tartas para el cumpleaños de su pareja. Y de paso unas galletas de esas que te salen tan bien.
Es mucha la gente que llega a nuestra consulta estresada, con multitud de actividades y compromisos sociales. Se quejan de que les cuesta decir que no. Poner el límite. Siempre pueden hacer un esfuerzo más para ayudar a esa persona que le pide tan amablemente ese pequeño favor. Y lo que encontramos detrás de todo eso, es la necesidad de ser aprobado y aceptado. Queremos que nos consideren buenos compañeros, buenos amigos, buenos vecinos, y sobre todo queremos que nos consideren buenos padres y madres, dignos de ser compañeros de parque. Somos animales sociales y queremos estar en el grupo. El problema surge cuando pasamos del deseo a la necesidad. A todos nos gusta que nos consideren buenas personas pero cuando necesitamos que eso sea así, corremos el peligro de volvernos esclavos de los demás.
Laura S. (col. núm: 21209)