La inteligencia emocional consistiría en un paquete de habilidades para la buena gestión emocional como, por ejemplo, la conciencia emocional, el reconocimiento o identificación, la aceptación, la expresión verbal, estrategias cognitivas y conductuales para regularlas, etc . Habilidades que se aplican tanto a las emociones propias como a las de los demás.
Las emociones son unas reacciones fisiológicas generadas en el sistema límbico de nuestro cerebro. Que haya una zona de nuestro cerebro especializada en ellas justifica la expresión: «las emociones nos vienen de serie».
Si vienen de serie es por una razón: son útiles. Según la teoría de la evolución se desarrollan, mantienen o desaparecen funciones según su utilidad para la supervivencia. Si las emociones están es por que sirven para algo. Pero la evolución también ha hecho que desarrollamos nuestro cerebro racional para que lo utilizamos de filtro de las emociones.
Si son útiles quizás clasificarlas en negativas o positivas no es del todo ajustado ya que a las negativas les damos una connotación asociada a algo que esquivar, evitar, que no debe estar, que tenemos que hacer desaparecer. A mí me gusta más clasificarlas como agradables o desagradables ya que todos sabemos que hay cosas que para algunos son desagradables pero son convenientes (madrugar, trabajar, estudiar, limpiar, comer un plato sano que no nos gusta tanto el sabor, etc.). A lo largo de nuestra vida viviremos un sin fin de emociones tanto agradables como desagradables, nos apetezcan o no, por lo tanto, lo inteligente es aprender a convivir con ellas y aprender a sacarles provecho.
1. Conciencia emocional
Lo primero que conviene es aprender a poner atención a nuestro mundo emocional. Escuchar nuestro estado emocional. Si no le ponemos atención difícilmente podremos gestionarlo y, por tanto, nos condicionará sin pasar por el filtro de la racionalidad. Inteligencia emocional es que tú mandes sobre las emociones y no ellas sobre ti, por tanto, antes de dominarlas las tienes que escuchar.
2. Reconocimiento o identificación
Es conveniente también que nos familiaricemos con el vocabulario emocional. Saber poner nombre a lo que estamos sintiendo nos facilita la expresión y la comprensión.
3. Aceptación
Tenemos que aprender a dar la bienvenida siempre a las emociones. Si no las aceptamos tenderemos a bloquearlas, negarlas y hacer como si no estuvieran. Esta actitud hace que la emoción no esté pudiendo cumplir con su función y se quedará más o menos escondida hasta que la gestiones y si no lo haces a tiempo esta emoción puede terminar manifestándose de maneras cada vez más escandalosas y explosivas, como queriendo hacerse escuchar.
4. Expresión
Expresar emociones nos es muy útil al menos por un par de razones. Una, para recibir ayuda para la gestión de este estado emocional. Palabras de ánimo, de aceptación, de comprensión, alguien que se limite a escuchar o nos abrace puede ser suficiente para calmar una emoción que quizá se ha manifestado con intensidad y nos desborda un poco. Dos, por que exteriorizar y compartir una emoción favorece poder analizarla o gestionarla como desde fuera, como si no fuera parte de nosotros. En esta fase hay que tener en cuenta con quien queremos compartir nuestras emociones. No todo el mundo sabe escuchar y apoyar y algunas personas podrían incluso empeorarlas. Elige bien o expresa como te gustaría recibir este apoyo o lo que necesitas. Hay que decir que esta fase es, de todas, la más prescindible ya que cuando uno desarrolla una buena inteligencia emocional requiere de menos ayuda generalmente.
5. Comprensión
Esta fase es la más complicada. Requiere preguntarse de dónde viene esta emoción. Podemos comprenderla haciéndonos preguntas como: ¿qué situación me ha desencadenado esto?, ¿qué pienso de lo ocurrido?, ¿en qué otras situaciones me siento así?, ¿la emoción se ajusta a la realidad?, ¿es proporcional?, ¿si hago lo que la emoción me pide hacer solucionaré el problema o me sentiré mejor?, ¿lo que me pide hacer esta emoción es justo y tengo derecho a hacerlo? Aquí es donde podemos más o menos empezar a averiguar si la emoción es realmente útil porque nos avisa de algo real o si nos está engañando y nos avisa de cosas no reales. Si no te has hecho nunca este tipo de preguntas puede ser difícil o extraño al principio pero si pones esfuerzo en responderlas cada vez te conocerás mejor a ti ya tu funcionamiento de emociones y pensamientos.
6. Regulación
Cuando ya sabes de dónde viene la emoción y si es «adecuada» o no toca hacerse otra tanda de preguntas. ¿La situación que me la provoca la puedo cambiar?, ¿puedo encontrar una solución?, ¿qué podría hacer o con quien podría hablar?, ¿tengo que tomar alguna decisión para salir de este estado emocional?, ¿lo que pienso de esta situación se ajusta a la realidad o estoy distorsionándola?, ¿puedo encontrar otro punto de vista más positivo e igualmente realista? Si nos enfocamos en resolver la situación, en ajustar mejor los pensamientos o en conseguir atravesar la emoción y enfrentarla para aprender que era inadecuada podemos descubrir todo el poder que tienen las emociones para facilitarnos la vida y todo el poder que tenemos nosotros para gestionar y reeducar las emociones que vienen a complicarla.
7. Aprendizaje
Todo este proceso repetido en el tiempo, nos aporta una gran cantidad de aprendizajes sobre la gestión de problemas, de conflictos, sobre nuestro funcionamiento emocional y de pensamientos, etc. Cada alteración emocional que sufrimos o disfrutamos en nuestro día a día es una nueva oportunidad para aprender y desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Hay que decir que los pasos 5 y 6 son los más difíciles y los que más requieren que este proceso lo repitamos muchas veces para aprender a dominarlos.
Por otra parte, cuando la emoción es tan intensa que no puedes hacer ninguna gestión, toca esperar. Mejor aislarte para llorar, respirar, desahogarte hasta que puedas recuperar el control de los pensamientos y de la conducta. También puedes estar con una persona de mucha confianza que realmente pueda ayudar pero en momentos de emociones muy intensas no todo el mundo sabe acompañar.
Cuando dominas tus propias emociones te será mucho más fácil relacionarte con los demás, comprender sus emociones y actuar en consecuencia.
Por último, recomendarte que si no logras dominar tus emociones y notas que se cronifican y te pasan factura en tu día a día no dudes en pedir ayuda profesional. A quien más quien menos nos hace falta en algún momento una mano de un profesional que nos ayude con estrategias adecuadas.
Patricia Vilchez Las Heras
Psicóloga sanitaria infanto-juvenil
Colegiada 21639