En Terapia infanto - juvenil

Lo primero que a mi siempre me gusta dejar claro es una cuestión que parece obvia pero la pasamos por alto demasiadas veces: a nadie le dan un carnet de madre/padre. Sí o sí, vamos a pasar por un proceso de aprendizaje. Podemos anticiparnos leyendo mucho pero las prácticas… comienzan con la criatura en brazos.

Muchos padres y madres viven con la ansiedad de querer hacer siempre todo perfecto respecto a la educación de sus hijas e hijos. Es como si hubieran interiorizado que “bueno, si he tenido hijos/as ya debería de saber educarlos y saber cómo funciona todo…”. Qué lejos de la realidad.

Crecemos de niñas/os creyendo que los adultos saben todo y cuando llegas a adulto das un poco por hecho (inconscientemente) que sabes todo lo que hay que saber de la vida. Luego no entendemos nuestros errores, nos cuesta aceptarlos y nos frustramos y culpamos por cometerlos.

Cuánto más fácil sería todo si aceptáramos que la vida es aprender todo el tiempo. Aprender a quererte, aprender a conocerte para saber lo que quieres, aprender a luchar por las cosas que quieres, aprender a convivir con gente que no son tus padres, aprender a comunicarnos lo mejor posible, aprender a estar en una relación de pareja, aprender a estar solo/a, aprender a educar, aprender a estar jubilado, aprender, aprender y aprender…

La mejor actitud para enfrentarse a la educación de los hijos/as es esa. Aceptar que te vas a equivocar cientos de veces y que cada error es un aprendizaje. De esa manera, se produce con mucha mayor facilidad la aceptación de que tus hijas/os también se van a equivocar y probablemente mucho más que tú. Eso es fomentar la autoestima en la familia, promover la aceptación de uno/a misma y la de los demás miembros como personas en proceso de aprendizaje.

Cuando esta actitud no se adopta caemos fácilmente en un círculo vicioso del que es difícil escapar y que deja secuelas. Comienza por creer que un mal comportamiento de mi hijo/a es un fracaso mío que no debe ocurrir, para evitar ese sentimiento respecto a lo que acaba de pasar y para que no vuelva a pasar deposito toda mi culpa en la criatura que recibirá sin más dilaciones una buena reprimenda y un castigo. El niño/a interioriza que es malo/a, aprende poco o nada de ello y el mal comportamiento se repite, la reprimenda y el castigo también, se refuerza la etiqueta de “soy malo”, “soy vaga”, “soy tonto”, etc. lo cual favorece que el malo comportamiento se cronifique. Parece que tenemos interiorizado que de alguna manera, tarde o temprano, así aprenderá la lección. Porque, ¿cuantas veces en la vida hemos creído que responder a un ataque con otro ataque hará que el que nos ha atacado aprenda una lección? Yo desde que presto atención a esta cuestión alucino con la cantidad de veces que puedes ver a gente respondiendo así sin llegar a puerto.

Resultado de imagen de castigo

Debemos parar atención a ese pensamiento automático de que mi hijo/a se porta mal para molestar, para hacer daño, que lo hace a propósito, que le hace falta mano dura, etc. y tomar conciencia de que no es cierto. Nuestra/o hija/o se está portando mal porque hay cosas que seguro que no ha aprendido aún: le falta conciencia emocional, le cuesta regular sus propias emociones, le cuesta regular la conducta, no anticipa las consecuencias de sus actos, no piensa antes de actuar, le cuesta entender y gestionar emociones ajenas, etc. Pueden ser 50 cosas las que haya detrás de un mal comportamiento.

Por lo tanto:

  • Reprender y castigar de manera automática y sistemática no es educar, es actuar desde nuestra propia frustración.
  • Pregúntate siempre: qué parece ser que le falta a mi hija/o por aprender y qué me falta a mi por aprender? Algo de lo que hace mal lo está viendo en la madre o el padre? Ser un buen modelo es fundamental.
  • Después de pensar, viene hablar: transmítele a tu hijo/a de la manera más clara posible que lo que ha hecho está mal, el porqué y qué es lo que se espera de ella/él. Transmítele que tendrás paciencia pero que debe poner de su parte.
  • Luego intenta reforzar (elogiar, abrazar, valorar…) las conductas que hace bien frente a las que hace mal. Si su mal comportamiento son las palabrotas refuérzale cada vez que pase un día sin decir una palabrota, o refuérzale que haya discutido con alguien sin usar palabrotas, etc.
  • Si una vez que el niño/a ha entendido lo que sí debe hacer y lo que no, además se está aplicando refuerzo positivo de aquello que hace bien y aún así se reitera el mal comportamiento, podemos optar por el “coste de respuesta”, es decir, la retirada de estímulos positivos para que sea una motivación extra a reducir los malos comportamientos. Estamos hablando de retirar algún juguete un breve espacio de tiempo, retirar el uso de la televisión o de algún juego, etc. Debemos procurar que sea una “multa” proporcional, si nos quedamos cortos no hará efecto y si nos pasamos de largo no nos servirá para futuros malos comportamientos. Y claro, aprender a calibrar la proporción de la multa… es un proceso de aprendizaje. Date tiempo.
  • Si todo esto falla, quizás sea la hora de contactar con un profesional que te ayude a conocer qué explicación puede haber detrás del mal comportamiento ya que a lo mejor no es una cuestión sencilla y requiere intervenir de otras maneras.

En definitiva, no seas tan (auto)exigente y permite y acepta que cada miembro de la familia haga su propio proceso de aprendizaje, incluido/a tú.

 

Patricia Vilchez

Psicóloga sanitaria infanto-juvenil

Colegiada 21639