La adultez emergente es la etapa en la que se abandona la adolescencia y se entra en la adultez. Se produce entre los 18 y los 25 años aproximadamente. Se caracteriza por una continuación de la educación y la exploración y se atrasan aspectos como el matrimonio, la paternidad o el desarrollo profesional.
A continuación citaré algunos aspectos importantes de esta etapa a tener en cuenta de cara a la educación y prevención de problemas.
A nivel biológico es cuando el cuerpo está más fuerte, sano y con una capacidad óptima para la reproducción. Por cuestiones evolutivas es cuando se tiene una vida sexual más activa: más orgasmos y un deseo sexual más intenso así como se producen menos abortos espontáneos y menos problemas congénitos en caso de embarazo. Aún así, por las características sociales de esta etapa, no se piensa siempre en la paternidad por lo que los métodos anticonceptivos juegan un papel de vital importancia, también además para la prevención de ETS’s. Es imprescindible, por tanto, llegar a esta etapa con una educación sexual afianzada.
También es una etapa caracterizada por la asunción de riesgos, la cual, juega un papel tanto positivo como negativo. Es en esta etapa cuando, si no hay dificultades económicas, se suele producir la independización. Ésta está relacionada con el efecto positivo de la asunción de riesgos: irse a vivir a otra parte, comenzar a vivir de la propia economía, empezar la universidad, marchar a otro país, probar diferentes trabajos, establecer relaciones de pareja estables, tener hijos/as, etc. Por otra parte, está el lado negativo de la asunción de riesgos: consumo de drogas, conducción temeraria, deportes de riesgo, violaciones o abusos sexuales, apuestas, sexo sin protección con múltiples parejas, etc. Por tanto, de nuevo es imprescindible que exista una educación, concienciación y prevención de todas estas conductas de riesgo a estas edades tanto a nivel familiar como institucional.
Respecto a la parte cognitiva, abandonan la etapa adolescente más caracterizada por la impulsividad y pasan a una manera de pensar un tanto más razonada. Esto es debido a una consolidación en el desarrollo cerebral. Este aspecto no está reñido con la mayor asunción de riesgos. Ésta última se produce por la tentadora carga adrenalítica que se produce en esta etapa por conductas de riesgo. Es decir, no se llevan a cabo por impulsividad (respuesta rápida motivada principalmente por emociones) sino que, aunque se razonan, el riesgo es atractivo. El hecho de que razonen más las acciones hace que sean más eficaces en sus relaciones sociales, en la resolución de problemas o en la toma de decisiones. Así pues, si tenemos esto en cuenta, en esta etapa es recomendable dejar a los jóvenes decidir y emprender con libertad (pero con una buena base educativa para evitar conductas de riesgo) ya que precisamente eso hace que desarrollen más y mejor esta nueva manera de pensar.
En cuanto a la identidad, en esta etapa aún está en fase de construcción, la cual comienza durante la adolescencia. Durante esta etapa se va produciendo progresivamente un afianzamiento en las diferentes áreas de la identidad: identidad étnica y cultural, identidad vocacional, identidad del rol de género, identidad sexual, etc. En esta etapa es imprescindible la libertad absoluta para definir dichas identidades. Una censura o juicio acerca de ella puede generar conflictos internos en el joven adulto que más tarde o más temprano generarán malestar y problemas. Por tanto, como padres, debemos procurar no censurar o juzgar así como ayudarles a definirse sin miedo a censuras o juicios de la sociedad.
Por último, por lo que respecta a la personalidad, es estable a lo largo de la vida pero estable no es igual a estática. Esto significa que durante esta etapa pueden aparecer o desaparecer rasgos y producirse cambios. El establecimiento de rasgos más positivos (generadores de bienestar) así como una buena autoestima, son más probables si dejamos a los adultos jóvenes ser más libres, tener más espacio para ser, hacer y deshacer, tomar sus propias decisiones y aprender de sus errores de una manera constructiva. Este espacio hace que emprendan más y sean más activos por lo que aumentan sus éxitos y mejora la percepción de autocapacidad y autoeficacia. Como padres, en esta etapa toca estar ahí para ayudarles y animarles cuando se equivoquen pero no para censurarles, juzgarles o decidir por ellos.
Como conclusión, debemos procurar que nuestros adolescentes lleguen a la adultez emergente con una buena concienciación de los problemas comunes de esta etapa que tienen que ver con las conductas de riesgo y la vida sexual. Por lo demás, lo recomendable nunca es sobreproteger sino dar espacio para ser, hacer, decidir, equivocarse, rectificar, cambiar y definirse para llegar a ser adultos con mayor autoestima y bienestar.
Patricia Vilchez Las Heras
Psicóloga sanitaria infanto-juvenil
Col.: 21639