Oímos hablar de muchos trastornos mentales que padecen las personas tales como trastornos afectivos, trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad, etc. No obstante hay un síndrome generalizado que afecta a una gran tasa de población que merece, en mi opinión, un espacio en el campo de la Psicología que es, el Síndrome de ¿Qué pensarán de mí?
Creo que es sin duda una de las cuestiones que más preocupa a las personas en nuestra sociedad. Hay una preocupación generalizada a no decir, sentir o hacer según qué cosas por el que dirán o pensarán los demás. Tal es el miedo que las personas acaban inhibiendo su propia personalidad para adaptarla a la personalidad que cree que los demás esperan de ellos. Esto les lleva a no vivir su propia vida sino vivir a expensas de la sociedad.
Evidentemente esto tiene consecuencias en el desarrollo, la identidad y la felicidad de la persona ya que aprende a vivir de forma automática reprimiendo sus propias emociones y opiniones propias ya que, por ende, acepta de entrada lo que los demás expresan.
Al final lo que ocurre es que muchas personas que quizás se sienten diferentes o piensan distinto, se acaban sintiendo mal por no ser suficientemente “normales”, con lo que buscan luchar contra sí mismos para poder ser “normales” como los demás.
Sin embargo, esto genera que la persona no actúe acorde con su personalidad, con lo cual se va poco a poco apartando de su esencia, de su camino, desviándose así de su evolución personal y felicidad.
Claro está que este síndrome no se ha desarrollado al azar sino que hay todo un poso de creencias históricas, culturales, sociales y religiosas que pesan y marcan.
Hay que ser conscientes de que el qué dirán y el qué pensarán no pueden marcar nuestra felicidad. Sobre todo porque en realidad seguramente no hay nadie que esté tan pendiente de lo que dices y haces como crees, ya que las personas tratan, como pueden, de buscar la felicidad que tu también tratas de encontrar.
Por tanto, es importante que te escuches a ti mismo/a, al margen de tu entorno familiar y social, y te preguntes cuáles son las cosas que te llenan, las cosas que te mueven y te hacen sentir bien contigo mismo.
Si te sientes diferente, si piensas diferente, siéntete orgulloso. Has marcado la diferencia. No quieras ser uno más. Nadie te lo está pidiendo.