Poco después del confinamiento duro, ya se hablaba de los estragos que éste había hecho, sobre todo en jóvenes y adolescentes. Hoy en día, gran parte de la comunicación a estas edades es a través de las redes, el confinamiento lo hizo obligatorio, y el resultado de todo ello no tardó en hacerse visible.
Muchos jóvenes, y también adultos, empezaron a sufrir síntomas de angustia y depresión. También sensación de aislamiento, fobias sociales, miedos hipocondríacos, por nombrar algunas consecuencias, de este enclaustramiento.
Los profesionales de la salud también sufrieron lo suyo: exceso de trabajo, jornadas interminables, trabajo bajo presión y con pocos recursos, que provocó muchas bajas por estrés y depresión.
De pocos meses aquí, me he encontrado con un grupo de pacientes que pide ayuda porque reconocen un consumo abusivo de alcohol. Son pacientes adultos, provenientes de distintos estratos sociales y económicos, pero que manifiestan un hecho común. Esto es que durante el confinamiento aumentó considerablemente el consumo de alcohol. Quizás las causas fueron el aburrimiento, la angustia, la impotencia ante todo lo que estábamos viviendo.
En cualquier caso, y sólo como observación, eran personas que hacían un consumo moderado de alcohol antes de que todo esto ocurriera. Sabemos que en una situación de estrés, un consumidor de alcohol puede pasar a un abuso. Es un riesgo que corren siempre. Este abuso les genera suficiente incomodidad para buscar ayuda profesional.
Ante esto mucha comprensión y empatía, dejando que ellos solos encuentren el camino de salida. ¿Cómo?
Primero deben tener claro cuáles son los motivos por los que quieren dejar de hacerlo, porque de quien arrancará la motivación, el motor, para hacerlo. Y eso sólo pueden decirlo ellos, porque es su vida, su cuerpo y su salud.
Segundo deben pensar que pueden hacer para abandonar este consumo, y esto también es diferente de un paciente a otro, porque cada uno tiene recursos de afrontamiento distintos.
Tercero, ofrecerles herramientas de afrontamiento del estrés más saludables, instaurando hábitos de deporte, meditación, etc.
En cuarto, y último lugar, motivarles a enriquecer la vida con aquellas aficiones e intereses que realmente les aporten, que no dejen sensación de vacío, que les libere del aburrimiento, o al menos la acepten de forma saludable .
Marta Santaeulària
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