Matt Killingsworth demostró en una de sus investigaciones que las personas pasan el 46.9% de su tiempo pensando en algo que no se corresponde con lo que hacen en ese justo momento. Para ello utilizó una aplicación para iPhone en la que sonaba una alarma en intervalos de tiempo aleatorios y en los que había que contestar una serie de preguntas referidas a como se sentían las personas en ese momento, que actividad estaban realizando y si pensaban en algo distinto a lo que hacían.
Este estudio, en el que participaron más de 15.000 personas, muestra que la felicidad correlaciona positivamente con las mentes focalizadas en las tareas que se realizan en ese preciso momento, independientemente del tipo de actividad que se realice. En cambio, cuando nuestra mente está divagando en diferentes cuestiones no relacionadas con el momento que vivimos, se produce un descenso de felicidad en nosotros.
Estos resultados se han podido constatar a nivel biológico, ya que cuando prestamos atención una determinada tarea se activan áreas del cerebro diferentes a las que se activarían cuando nuestra mente divaga sin prestar atención. Al focalizarnos en el momento presente activamos la corteza prefrontal izquierda, relacionada con emociones positivas, y se desactiva la amígdala, más relacionada con las emociones negativas.
Cuando nuestra mente divaga en diferentes pensamientos se activa nuestra red neuronal por defecto, un circuito que implica experimentar una mezcla de recuerdos, pensamientos y experiencias personales que fluyen sin control. Es lo que se conoce como actividad introspectiva, en la que nos juzgamos y autocriticamos y todo ello puede llegar a influir en diversas psicopatologías, como la depresión mayor.
Lo que pretende el mindfulness es conseguir un estado de meditación en el cual se presta total atención a pensamientos y emociones del momento presente sin juzgarlos ni valorarlos. El cambio se produce a través de la aceptación de lo que pensamos y sentimos. Permite tomar una perspectiva diferente de las situaciones que vivimos haciéndonos observadores de nuestros propios pensamientos. Otro beneficio de esta práctica es que mejora de la salud física, ya que se ha constatado una mejoría en el sistema inmunitario, cardíaco y en dolor crónico. También, aumenta nuestra capacidad de trabajo y empatía y disminuye la agresividad.
Una de las mayores ventajas que permite este tipo de meditación es la de alargar el espacio que transcurre entre un suceso desagradable o irritante y nuestra reacción espontánea a ese suceso, lo que nos permitiría la capacidad de no actuar precipitadamente, tomando mayor perspectiva de la situación y aumentando la capacidad de elección de la actitud personal a adoptar. Esa elección, según Victor Frankl, era la última de las libertades humanas.
Miriam Puig Claramunt
Psicóloga General Sanitaria
Colegiada 23417