Locus de control se refiere, en psicología, al grado en que una persona atribuye el origen de su propio comportamiento a algo interno o externo a ella. Hablamos de grado y por ello hay que entenderlo como un continuo, una tendencia, y no como una característica fija de la persona.
En los dos extremos del continuo encontramos a:
Personas con locus de control interno. Perciben el origen de su conducta como algo interno. Son personas que valoran el esfuerzo, son proactivas y se sienten responsables de sus actos. Piensan que a base de esfuerzo y trabajo pueden cambiar o mejorar sus condiciones de vida. Asumen sus logros, no se quitan mérito, cuando consiguen algo se sienten orgullosos de ello. Del mismo modo asumen sus errores y aprenden de ellos. Sienten que controlan sus vidas. Por supuesto, hay cosas que no podemos controlar, como las enfermedades o la muerte, pero piensan que hay muchos aspectos de la vida en los que sí pueden influir.
Personas con locus de control externo. Son personas que tienden a no asumir la responsabilidad de sus actos, son reactivas y no confían demasiado en el esfuerzo. Atribuyen el origen de sus acciones al entorno, las circunstancias o a los demás. Son personas que no sienten control sobre sus vidas y por ello se mueven con la masa, sin cuestionarse por las consecuencias o por el sentido de lo que hacen o dejan de hacer, porque no depende de ellos. Toman pocas decisiones por miedo a asumir responsabilidades y cuando lo hacen antes buscan la opinión de los demás, de manera que si se equivocan siempre encontrarán alguien a quien culpar. No asumen sus errores y por lo tanto no aprenden de ellos. Pero del mismo modo al implicar siempre a terceros en sus decisiones tampoco asumen sus logros, nada depende de ellos y por tanto su autoestima no es muy elevada.
Para encontrar el origen de estas creencias, nos debemos remontar a la infancia y a las experiencias vitales vividas.
Una de las maneras en que padres o profesores refuerzan en el niño o niña el locus de control interno o externo tiene que ver con la forma de corregir la conducta. Los premios y los castigos refuerzan en el niño el locus de control externo. ¿Cómo? Pues porque desde fuera, yo adulto, te digo lo que has hecho mal y te castigo. O te digo lo que has hecho bien y te premio. El castigo se recibe por parte del niño con actitud pasiva y de rechazo, es impuesto, es injusto. Los premios por otro lado reducen la motivación interna, hago las cosas para obtener un premio externo que nada tiene que ver con la acción realizada y no por un verdadero interés. De nuevo mi conducta no depende de mí sino de algo externo.
En cambio, informar al niño de antemano de las posibles consecuencias naturales de sus acciones y permitirle tomar decisiones refuerza el locus de control interno. Aprende que las acciones tienen consecuencias y las asume.
Para entender la diferencia entre castigo y consecuencia natural pondré un ejemplo. La consecuencia natural de no comer es que luego tendrás hambre, en cambio un castigo sería no poder jugar a la Tablet o no salir al parque. La diferencia está en que la consecuencia natural se desprende de la propia conducta, mientras que el castigo no tiene nada que ver con la conducta. Por ello es más complicado para los niños y niñas conectar la acción con el castigo que con las consecuencias naturales.
Existen muchas otras maneras de llegar a tener un locus de control interno o externo. No vamos a comentarlas todas, y en última instancia depende mucho de las experiencias vitales de cada uno, pero está bien que como adultos nos planteemos qué tendencia tenemos, tendemos a tener un locus de control interno o externo. Y de qué manera afecta a nuestras vidas. Ser conscientes de las creencias que tenemos nos ayuda a cuestionarlas y abrir la puerta al cambio.
Laura S.