¿Hay personas que valen más que otras? Si la respuesta fuera sí, ¿de qué depende el valor que tenemos? ¿De las cosas que tenemos, de nuestros valores, de las conductas que hacemos, de los logros que conseguimos, de los objetos materiales que poseemos, de la cantidad de personas que nos quieren, de los seguidores o los “me gustas” que tenemos en nuestras redes sociales, de si cumplimos con los cánones estéticos establecidos socialmente? Parece que la cosa se complica, porque imagino que eso dependería de lo que cada uno interprete como valioso y por lo tanto, ¿nuestro valor depende de quién nos lo ponga? ¿Tenemos varios valores?
Parece que no sería muy lógico pensar así. Todos somos igual de valiosos por el hecho de ser personas, únicas e irrepetibles. Todos tenemos el mismo valor como personas, aunque tengamos conductas y habilidades distintas. No hay personas superiores ni inferiores a nadie, sino personas con capacidades y habilidades diferentes para distintas cosas.
Como parece que no es lógico calificarnos globalmente en función de un aspecto, tampoco lo es decir que ciertas personas tienen más valor que otras por tener ciertas características. Sería más lógico decir que todos los humanos somos iguales en esencia y diferentes en muchos aspectos. Así, podemos decir que tal persona es mejor que yo en un aspecto concreto, pero no que vale más como persona por ello.
Esto puede parecer razonable, pero no siempre pensamos así ya que muchas veces aparecen pensamientos como… “si no me aprueban, si no me quieren, concluyo que no soy valioso, no soy suficiente…” “si no hago esto bien, será que no soy bueno” “si no soy atractivo, no soy suficiente”, “si esto me sale mal, soy un fracasado”. Esto quizá te es más familiar, y es que así es, muchas veces tenemos claro la primera premisa, que todas las personas valemos lo mismo, pero la realidad es que a veces tenemos pensamientos irracionales que contradicen ésta.
Englobar todo mi ser por conductas o aspectos concretos no parece muy realista. Ya que, ¿si me equivoco significa que toda yo soy un fracaso? ¿Que alguien no me apruebe significa que soy despreciable? ¿Qué haga algo incorrecto me convierte en mala persona? Si fuera así, estaríamos diciendo que todas nuestras conductas son de esa manera y además no estaríamos dando la posibilidad de cambio. ¿O acaso pensamos que un niño es estúpido por equivocarse cuando está aprendiendo? Los adultos también estamos en constante cambio y aprendizaje y si nos evaluamos como inútiles por algún error, no nos estamos dando la posibilidad de cambiar ya que ¿cómo esperar que alguien inútil haga bien algo? Sería estúpido pensar eso. Y por lo tanto, cuando nos evaluamos globalmente de manera negativa, difícilmente cambiaremos aquello que no nos gusta de nosotros.
Podemos juzgar nuestras conductas, pensamientos, emociones, y los acontecimientos, como buenos o malos según si nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y nuestra felicidad, pero no podemos juzgar a todo nuestro ser, a nuestra esencia, en función de algunos aspectos. Eso es una generalización y por tanto un error.
Cuando te desprecias, tiendes a hacer generalizaciones ilógicas. Te fijas en una parte de ti y la calificas a todo tu ser. Te dices “soy un estúpido por haberme equivocado en la presentación”. En cambio, es más sensato, lógico y realista decirte que “me he equivocado, pero eso no me convierte en un estúpido”.
Sería conveniente aceptar que no somos buenos ni malos, sino personas humanas que nos equivocamos, no somos máquinas perfectas. Lo importante no está en el errar, sino en saber aprender del error y estar motivado a cambiarlo. Así cuando hacemos bien las cosas no significa que seamos superiores y perfectos, tampoco cuando nos salen mal significa que seamos inferiores e inútiles.
La mayoría tenemos deseos de mejorar y crecer personalmente, pero sería importante no olvidar que somos imperfectos y que difícilmente llegaremos a una realización completa de uno mismo. Por lo tanto, preferir mejorarnos y realizarnos está muy bien pero no lo convirtamos en una obligación ni necesidad imprescindible para vivir y ser feliz.
Marta Martorell