En Terapia individual, Terapia infanto - juvenil

El pasado 10 de septiembre fue el día internacional para la prevención del suicidio. Un día muy necesario para hablar de un tema muy tabú todavía en nuestra sociedad, apoyado en el falso mito de que hablar de suicidio lo promueve, cuando está demostrado que es al contrario. Pero debemos hablar más de un día y tenemos que hablarlo mucho si de verdad se quiere hacer una verdadera prevención.

EPIDEMIOLOGÍA Y FACTORES DE RIESGO

En Cataluña, el suicidio es la primera causa de muerte prematura en jóvenes de entre 25 y 34 años. En España es la primera causa de muerte no natural (el doble que las muertes por accidente de tráfico) y la segunda causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años (después de los tumores). La OMS habla de factores de riesgo sociales, comunitarios, relacionales e individuales.

SOCIALES

Son factores de riesgo sociales el estigma que tiene la conducta de pedir ayuda, el sensacionalismo en los medios de comunicación cuando hablan de un caso de suicidio, el acceso a los medios para poder cometer el suicidio, la dificultad de acceso a la atención sanitaria o la idealización romántica del suicidio en los jóvenes.

COMUNITARIOS

Habla de factores de riesgo comunitarios como eventos estresantes psicosociales (problemas financieros, académicos, laborales, divorcio conflictivo de los padres, abuso sexual, etc.), inmigración, discriminación, guerras, conflictos sociales graves, desastres naturales, ser refugiado, etc.

RELACIONALES

Los factores de riesgo relacionales tienen más que ver con las relaciones que tiene la persona con su entorno como la pérdida de un ser querido, el aislamiento, la soledad, el divorcio, la violencia de género en el ámbito doméstico, etc.

INDIVIDUALES

Por último, los factores individuales son los antecedentes familiares de suicidio, intentos previos, tener alguna psicopatología, consumo de drogas u otras adicciones, eventos estresantes personales, enfermedades crónicas o discapacidad, rasgos de personalidad, etc.

Por lo tanto, hacer prevención del suicidio implica mejorar muchos aspectos de la sociedad. Proteger la sanidad pública, hacer prevención del abuso sexual, proteger a las personas desahuciadas, hacer prevención del acoso escolar, políticas de protección e integración de personas migrantes y refugiados, hacer prevención de violencia de género, hacer prevención de adicciones (limitar las casas de apuestas, educar en el uso correcto de las tecnologías e internet…), y un largo etc. Se pueden hacer muchas cosas a nivel social y comunitario que favorecerían la prevención del suicidio pero la más importante que tenemos que hacer es la PROMOCIÓN DEL BIENESTAR EMOCIONAL de la población.

Por ello es de vital importancia (nunca mejor dicho) inversión pública en salud mental y aumentar considerablemente el número de psicólogos por habitantes, además de campañas informativas para la población adulta y campañas educativas para niños y adolescentes. Mientras tanto, pondremos nuestro grano de arena, hablando de información importante que puede favorecer la prevención del suicidio.

SIGNOS QUE PODEMOS OBSERVAR EN UNA PERSONA POTENCIALMENTE SUICIDA

La más evidente son las verbalizaciones sobre el deseo de desaparecer o la pérdida del sentido de la vida, otras menos evidentes son la tristeza más intensa y durante más tiempo de lo normal (ya que estar triste a veces es normal), la baja autoestima (dice poco o nada bueno de sí mismo/a o dice cosas muy negativas), expresión de sentimientos de culpa, inutilidad o fracaso, la desesperanzada con la vida y el futuro, la desmotivación en proyectos vitales o en actividades que antes disfrutaba, cambios en el sueño y la alimentación, la expresión de cansancio, fatiga o falta de energía para llevar adelante acciones básicas del día a día, el aislamiento social y la no expresión del sufrimiento, el encierro en uno mismo, la despedida exagerada de las personas allegadas como si no las fueran a volver a ver, autolesiones (cortes, rasguños, pinchazos…) el aumento de conductas de autodestrucción (abuso de drogas, conducción temeraria, buscar peleas físicas y violentas…), cambios repentinos de humor o de personalidad o reacciones emocionales negativas muy intensas ante situaciones estresantes del día a día.

QUÉ HACER ANTE LA SOSPECHA?

Pedir ayuda urgentemente ya sea al médico de cabecera (o pediatra) que derivará a los servicios públicos de salud mental o bien pedir ayuda a servicios privados de psicología y/o psiquiatría.

Intentar que la persona esté sola el mínimo tiempo.

Darle afecto, comprensión y aceptación incondicionales.

Validar sus emociones, no somos nadie para cuestionar el sufrimiento de los demás.

Ofrecerle ayuda y mostrarse disponible.

Será imprescindible que la persona reciba atención psicológica para realizar un buen diagnóstico e intervención y que la persona pueda reencontrarse con el sentido y deseo de vivir y recupere el bienestar emocional necesario para disfrutar y enfrentar la vida.

Patricia Vilchez Las Heras

Psicóloga sanitaria infanto-juvenil

Colegiada 21639