En Terapia individual, Terapia infanto - juvenil

A menudo me encuentro en consulta pacientes adultos que llegan a mí con frases como “yo es que no tengo memoria”, o preocupados porque puedan encontrarse en el inicio de algún proceso de demencia.

De forma similar, muchos padres me hablan de sus hijos, niños o adolescentes, con frases del mismo estilo como, por ejemplo, “es que no retiene nada de lo que le digo”, “no aprende” o “mira que se lo he repetido veces, y nunca se acuerda”.

Esta primera demanda focalizada en la memoria a menudo esconde otro tipo de dificultades que, quizás, a simple vista, no son tan fáciles de detectar. En este punto, habría que diferenciar lo que podría ser un problema real y específico de memoria, un proceso degenerativo general o, lo que me encuentro con más frecuencia, dificultades atencionales.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de memoria?

La memoria es una función cognitiva que tenemos los humanos (junto con el lenguaje, la visopercepción, las funciones ejecutivas, etc.) y que se suele definir como la capacidad de codificar, almacenar y recuperar de manera efectiva información aprendida o un acontecimiento que hemos vivido. Dentro de este campo tan amplio, podemos distinguir tres grandes tipos:

  • Memoria semántica: se refiere a la memoria de conocimientos generales, como por ejemplo el hecho que recuerdes que la capital de Francia es París.
  • Memoria episódica: es la información que recordamos sobre hechos o vivencias, enmarcados en un espacio y un tiempo concretos, como por ejemplo el hecho de recordar que te hiciste un esguince cuando tenías 10 años mientras patinabas.
  • Memoria procedimental: esta es un poco diferente, puesto que se refiere a una serie de acciones o actos aprendidos, que normalmente hacemos de manera automática y sin necesidad de pensar en cada gesto o movimiento. Es la prototípicade acciones o actividades físicas, como por ejemplo el hecho que sepas ir en bici o tocar el piano porque aprendiste de pequeño, aunque no lo practiques desde hace años.

La parte del cerebro más directamente implicada en la memoria es el hipocampo, una estructura situada en el lóbulo temporal. A veces, podemos tener una afectación de esta estructura que nos provoque problemas para retener, codificar o evocar recuerdos, pero, como decía, no es la única explicación posible.

También es importante decir que, en la sociedad actual, nos estamos volviendo cada vez más “perezosos” a la hora de estimular nuestra memoria, puesto que a la mínima que queremos recordar como se llamaba aquel restaurante donde fuimos el otro día, el nombre del último single de nuestro cantante preferido, o el nombre de aquel escritor de quien me han hablado tan bien, recurrimos a Internet, que nos da la respuesta inmediatamente. De este modo, no le damos la posibilidad a nuestra memoria de entrenarse, y tendemos a recurrir a la ley del mínimo esfuerzo.

El rol de la atención

¿Has pensado alguna vez que, para poder recordar, antes tienes que prestar atención? ¿Te ha pasado alguna vez que conoces a una persona, te dice su nombre, y un minuto después ya no “recuerdas” como se llama? Es posible que estuvieras tan concentrado en si darle la mano o dos besos, en que esta persona te recuerda a alguien, o en que tienes mucha prisa y tienes que marcharte enseguida, que no estabas escuchando. Esta misma reflexión se puede aplicar al hecho de que no recuerdes los detalles de un libro que te acabas de leer, o de un seminario al cual acabas de asistir. En todos estos casos es posible que tuvieras el foco atencional en otro lugar, que no estuvieras concentrado al recibir esta información y, está claro, no se puede recordar algo que no has codificado y almacenado previamente.

Por lo tanto, te animo a que, cuando te encuentres en estas situaciones en que culpas a tu mala memoria, reflexiones sobre si realmente se trata de un problema en esta área, o si podría ser un problema de atención, o bien que no le has dado a tu memoria la oportunidad de trabajar para darte la respuesta.

 

Iris Ramon Torres

Neuropsicóloga (colegiada núm. 26206)