En Terapia individual, Terapia infanto - juvenil

La idea de que la creatividad es muy importante para el desarrollo de la persona no es nueva, ya en 1930 Vigotsky hablaba de la función creadora de la mente humana como indispensable para la adaptación a los cambios que suceden en el ambiente.

Pensamos que eso de ser creativos es un don con el que nacen unos cuantos elegidos, pero lo cierto es que nadie se limita a reproducir conductas sino que todos transformamos la realidad, combinamos experiencias y creamos en mayor o menor medida. Somos creativos cada vez que improvisamos una buena cena a partir de las cuatro cosas que nos quedan en la nevera o cuando reciclamos algún objeto viejo y le damos un nuevo uso. Todos poseemos la capacidad de ser creativos y como toda competencia, cuanto más la ejercitamos mejor se nos da.

 

El primer enemigo del pensamiento creativo es el hábito, nuestros modos habituales de pensar y responder. Resulta difícil ser creativos cuando todos los días son iguales para nosotros, y no hay nada nuevo que alimente nuestro repertorio de experiencias. Por ello, seamos conscientes de nuestras rutinas, de nuestros hábitos diarios y automatismos, y rompamos alguno cada día. Romper una rutina es un ejercicio muy sencillo que enriquece nuestra experiencia a la vez que entrenamos la flexibilidad mental.

La inconsciencia es el otro gran enemigo del pensamiento creativo. Pasamos gran parte del día ejecutando actividades como autómatas, nos lavamos los dientes, nos duchamos, cocinamos, comemos, conducimos, trabajamos, … todo ello mientras nuestra mente anda enredada en otros asuntos que nada tienen que ver con lo que estamos haciendo. Si no estamos atentos a lo que hacemos, si no ponemos todos los sentidos en ello, se nos escapa información relevante del ambiente, no percibimos los pequeños cambios que se van produciendo en nuestro entorno y de repente sin saber cómo un día todo nos resulta extraño.

Y entonces, ¿de qué se nutre la creatividad?

De experiencias vividas conscientemente. Como ya hemos comentado, cuantas más experiencias distintas acumulamos, de más material dispone nuestra mente para crear.

De tiempo. De la prisa no suele salir nada creativo porque solo nos da tiempo a desarrollar la primera idea que nos viene a la cabeza y ésta suele ser la más obvia, la más conservadora, y en definitiva, la menos creativa. Para que aparezcan ideas nuevas e insólitas es necesario disponer de tiempo.

Del juego y del humor. El humor favorece la creatividad porque nos ofrece una perspectiva diferente de la realidad. Mantener el sentido del humor en situaciones nuevas o difíciles, ayuda a liberar tensiones y a mantener la perspectiva de la situación. Y jugar nos sitúa en el mundo de las posibilidades. Después de un rato de juego nuestra mente está más abierta a considerar distintos puntos de vista.

Ser creativos favorece la salud, el disfrute y la felicidad. Este verano, dedícate a cultivar la creatividad, nutriéndote de experiencias conscientes, de juego, humor y tiempo.