En Terapia individual

Lo primero a tener en cuenta en un ataque de pánico es que no es peligroso siempre y cuándo la persona no tenga problemas cardiovasculares asociados. Es una respuesta intensa a la ansiedad, la cuál es adaptativa (útil cuando nos encontramos ante un peligro). Prepara nuestro cuerpo para huir o luchar transportando oxigeno a las diferentes partes del cuerpo.

Entonces, ¿por qué ocurre de forma inesperada cuándo no nos encontramos ante ningún peligro? Puede ser que tengamos una predisposición genética a padecer ansiedad o que hayamos estado expuestos a periodos largos de estrés y nuestro organismo ya funciona de forma acelerada, también podemos estar teniendo pensamientos inconscientes que nos provocan ansiedad o incluso estar focalizados en sensaciones corporales a las que damos más importancia de la que en realidad tienen.

Es importante saber que la ansiedad y los ataques de pánico siempre funcionan del mismo modo. Siempre hay un ascenso de sintomatología que se mantiene durante unos minutos (entre 5 y 20 aproximadamente) y luego desciende, sin necesidad de escapar de la situación o sin tener que tomar ningún tipo de medicación. El problema es como interpretamos esa sintomatología ansiosa. Normalmente nos preocupa que podamos desmayarnos, tener un ataque cardíaco, morirnos o volvernos locos. Esta interpretación catastrófica refuerza esas sensaciones manteniendo la ansiedad más elevada y durante más tiempo.

¿Cómo afrontar un ataque de pánico? Antes de tener un ataque es bueno ir realizando ejercicios de respiración diafragmática y relajación muscular progresiva para disminuir esa activación fisiológica que nos genera la ansiedad. Durante un ataque podemos respirar usando una bolsa de plástico para prevenir la hiperventilación, no salir de la situación (ya que no comprobaremos que la ansiedad disminuye), identificar pensamientos negativos y reformularlos o utilizar técnicas de distracción. Algunos ejemplos de reformulación de pensamientos pueden ser los siguientes: «Me voy a desmayar»: en los desmayos disminuye la presión arterial, la un ataque de pánico, aumenta. «Me asfixiaré»: es muy difícil quedarse sin aire incluso en habitaciones herméticas. «Me voy a volver loco»: estudios demuestran que no hay más probabilidad de desarrollar trastorno mental.

 

Miriam Puig Claramunt

Nº Col. 23417

Psicóloga General Sanitaria