Antecedentes
No ha sido hasta finales del siglo XX que la depresión infantil y adolescente se ha tenido en cuenta como tal. Se pensaba que los menores no podían tener baja autoestima, autoinculpación o que algunos síntomas desaparecían simplemente con la maduración. En las últimas décadas esto ha ido cambiando y se ha ido consensuando que la depresión infantil y adolescente sí existe y que, de hecho, tiene unos síntomas similares a la de los adultos. A más edad y maduración más se parecen a los síntomas.
Síntomas principales
Estado de ánimo irritable o deprimido (tristeza, desesperanza, desánimo, pasotismo, irritabilidad, reacciones de excesiva ira o frustración …) y disminución del interés o del placer en actividades (desinterés en aficiones que antes practicaba, no disfruta como antes de las actividades que antes disfrutaba, aislamiento social…).
Síntomas secundarios
Alteración del patrón de sueño y/o alimentación, alteraciones psicomotoras (agitación, inquietud, enlentecimiento motor, mutismo, habla lenta y con volumen bajo…), se fatiga y se cansa muy fácilmente y tiene menos energía para hacer las cosas, sentimientos de inutilidad y culpa, disminución de la concentración y dificultad para tomar decisiones, pensamientos de muerte.
Causas
Las causas de la depresión infantil y adolescente pueden ser múltiples: influencia genética, factores neurobiológicos, falta de refuerzo en el ambiente familiar y/o académico, baja autoestima, personalidad muy autoexigente y/o perfeccionista, sentimiento de indefensión, patrón de atribución externo del éxitos e interno de los fracasos, patrón de pensamientos distorsionados negativos, evento negativo importante, estrés académico, exceso de conflictos, tensión y malas relaciones en el ámbito familiar, etc.
La causa nunca será única, siempre son varios factores los que, sumados, pueden generar una depresión.
¿Cómo gestionarlo?
Lo recomendable es que ante la sospecha de una depresión infantil o adolescente se pida ayuda profesional pero los padres siempre tienen una función importante como coterapeutas.
- Fomentar la conciencia y expresión emocional en casa seguido de validación y aceptación. Sin juzgar ni censurar emociones.
- Refuerzo verbal y afectivo de conductas positivas y sobre todo de aquellas contrarias a la depresión.
- Supervisar hábitos de sueño y alimentación para ir poco a poco ajustándolos a la normalidad. Sin presión, ni críticas, ni castigos…
- Actitud de apoyo y acompañamiento incondicional. Hacerle saber que no está solo/a.
- Ante la detección de pensamientos negativos en sus verbalizaciones no juzgar ni censurar pero sí cuestionar amablemente para favorecer pensamientos más realistas y razonables.
- No hacer presión para que realice actividades agradables o para que socialice. Mejor sugerir, invitar o persuadir y aceptando un no por respuesta (tal vez no está preparado/a).
- Tener paciencia, el cambio no se produce de un día para otro, lleva tiempo y es necesario tenerlo en cuenta para evitar frustraciones que juegan en contra.
Patricia Vílchez Las Heras
Psicóloga sanitaria infanto-juvenil
Colegiada 21639