En Terapia individual

Enmascarar según el diccionario significa cubrir el rostro con una máscara pero también “encubrir o disimular algo”. Cuando en psicología hablamos de enmascarar emociones, nos referimos al acto de disimular o encubrir las emociones que estamos sintiendo.

De pequeños expresamos las emociones tal y como las sentimos. Pero poco a poco vamos observando que hay emociones que es mejor no mostrar en determinadas situaciones o con determinadas personas. Que los niños que tienen más éxito entre sus iguales son los que muestran alegría y que los que muestran rabia no caen tan bien. Que si muestras tristeza la gente generalmente se preocupa por ti y te apremia a cambiar de emoción.

Una forma de enmascarar una emoción es mostrar otra distinta. Sonreír cuando estamos tristes, mostrar enfado cuando sentimos vergüenza, mostrar tristeza cuando sentimos rabia,…  las combinaciones son diversas y depende en gran medida de los aprendizajes que hayamos hecho de  pequeños. Aprendemos que nuestros padres toleran más unas emociones que otras, que muestran más unas emociones que otras. También puede ser que en nuestra familia haya emociones desterradas o prohibidas. Y puede incluso que no seamos conscientes de ello.

Enmascarar emociones es algo que todos hacemos. En el trabajo se enmascaran muchas emociones por una cuestión de supervivencia ocupacional. También es habitual al tratar con la familia política o con personas que acabamos de conocer. Poder enmascarar ciertas emociones es un recurso que nos facilita la vida en sociedad. Pero cuando se convierte en un recurso demasiado habitual, cuando somos incapaces de mostrar una determinada emoción o cuando no podemos mostrar a nadie lo que sentimos realmente podemos tener un problema.

Pensemos en una mujer que acaba de ser madre y en vez de estar alegre y feliz de tener a su bebé, siente una tristeza extrema, ansiedad y toda clase de pensamientos negativos hacia él. Puede que tenga una depresión post-parto, es algo que pasa y tiene una fácil solución si se detecta, pero que si la persona enmascara esas emociones porque no es capaz de reconocerlas ni ante los demás ni ante sí misma,  la situación se agravará.

Todas las emociones tienen una función adaptativa y no querer escucharlas, sentirlas, mostrarlas o expresarlas acaba teniendo un coste inmenso para la persona. Reprimir las emociones puede hacer que el cuerpo las transforme en trastornos físicos, a esto lo llamamos “somatizar”. Por ello es importante reconocer nuestras emociones, ponerles el nombre adecuado y poderlas expresar de forma sana.