En Terapia infanto - juvenil

Ahora que llegan las fiestas de Navidad es buen momento para pararnos a pensar qué significado queremos que tengan estas fechas. ¿Por qué nos conviene pararnos a pensar? Por que si no pensamos por nosotros mismos alguien con intereses querrá pensar por nosotros y, sobre todo, por nuestros hijos/as.

Para bien o para mal, la educación no se queda sólo en casa, hay otros agentes socializadores como son la escuela (profesoras/es y compañeras/os) y, como no, los medios de comunicación (series, películas, publicidad, etc.). Éstos últimos tienen una influencia muy grande en la socialización de nuestros hijos/as y deberíamos ser los adultos los responsables de decidir qué contenidos transmiten buenos valores y qué otros no. Por lo tanto, es importante que hagamos un esfuerzo en compensar (o «reeducar» o «resocializar») aquellos valores que no son sanos y que están por todas partes.

Me gustaría hablar de dos valores o aspectos muy perjudiciales para nuestras hijas/os: el consumismo y los estereotipos de género.

Consumismo

Por un lado, la publicidad está al servicio de las empresas y las empresas miran por su bolsillo, no por la educación ni el bien común. Por lo tanto, ellas hacen su trabajo y nosotros el nuestro. Si nos dejamos llevar por la publicidad y el valor del consumismo que será lo que acabaremos haciendo? Seguramente regalando tecnologías, pantallas o videojuegos en una proporción inadecuada que luego, claro, si le queremos dar salida es más que probable que acabemos en un abuso de las mismas.

Por lo tanto, tenemos que pararnos a pensar qué necesitan nuestros hijos/as a, además, lo que les hace ilusión. No tenemos que no comprar nada de tecnologías pero simplemente que no sean las protagonistas de la Navidad y no olvidar regalos que además de ser divertidos les estimulan otras habilidades y capacidades: juegos de mesa, juegos de lógica, juegos de construcción, juegos por el aire libre, juegos de manualidades, juegos de experimentos, de creatividad, y un largo etcétera.

También, deberíamos calibrar la cantidad de cosas que regalamos. Ya que más regalos no es igual a más felicidad. Así se pierde el valor de las cosas y enseguida se cansan de todo y todo queda en un vacío y una frustración que sólo será satisfecha con más cantidad. Regalemos entonces dando valor a lo que regalamos para que vivan la Navidad con ilusión y no con la avaricia de ser el niño/a al que más cosas y más caras le han regalado.

Estereotipos de género

Por otra parte, el otro aspecto, son los estereotipos de género. Por favor, regalemos con conciencia. Si nos dejamos llevar por la inercia y la publicidad postergaremos unos estereotipos sexistas que no harán ningún favor ni a niñas ni niños. No cuesta nada parar un poco de atención y no caer en esta trampa. Y quizás las niñas pidan «cosas de niñas» y los niños «cosas de niños» porque los agentes socializadores hacen su trabajo distorsionando sus gustos, sus deseos y sus aspiraciones.

Los niños/as no vienen con estos gustos de serie. Está demostrado que el cerebro de los niños no viene programado para que les guste el azul, la violencia y los camiones; ni las niñas vienen programadas para que les guste el rosa, los bebés y las cocinitas. Tampoco vienen programados de serie para aspirar los niños a ser fuertes y las niñas a ser bonitas. Todo esto lo ponemos los adultos en su cabeza. Por lo tanto, tenemos mucho que hacer para darles la oportunidad de descubrir lo bien que se lo pueden llegar a pasar con juguetes que se venden para el sexo contrario.

Finalmente, en contraposición a estos valores, miremos de no centrar la Navidad en los regalos y las posesiones y potenciemos un poco más el valor de la familia (diversa), de la amistad, de la solidaridad, de la tolerancia o la igualdad. El futuro nos lo agradecerá.

Felices fiestas!!

Patricia Vilchez, psicóloga infanto-juvenil, col.: 21639