En Terapia sexual

¿Cuánto sabemos sobre sexualidad? Muchas ideas nos limitan a experimentarla de una forma sana y gratificante. Hoy te proponemos que desmontes 5 de ellas:

  • El orgasmo y la eyaculación en el hombre son el mismo fenómeno.

El hombre no tiene porque tener una erección total para tener orgasmo. Como en general el orgasmo y la eyaculación coinciden en tiempo suele pensarse que son el mismo fenómeno. Puede haber orgasmos sin eyaculación, así como también eyaculación sin orgasmo.

  • Un hombre que disfruta de la estimulación de su zona anal es homosexual o tiene tendencia a serlo.

La zona anal es una zona erógena, que no hace diferencia entre hombres y mujeres. Esta zona puede ser la preferida de un hombre y esto no indicar homosexualidad en absoluto. Muchos hombres reprimen o ignoran el placer sentido en esta zona por el hecho de que no lo consideren «raro» en sus preferencias.

  • La mujer no necesita descargar sus necesidades sexuales como el hombre.

No es cierto que el hombre necesite descargar su energía sexual más que la mujer, no es extraño que un hombre diga alguna vez que no. Este mito muchas veces genera que el hombre tenga relaciones sexuales, aún sin ganas, provocando así encuentros frustrados. El hombre también puede tener falta de deseo sexual.

  • La mujer llega al orgasmo al sentir la penetración del pene.

En el orgasmo femenino siempre interviene el clítoris. Inclusive en aquellas mujeres que dicen que sólo logran el orgasmo con la penetración, se sorprenderían si supieran que lo obtienen porque el pene roza la entrada de la vagina y da pequeños golpes con el hueso pubiano y las bolsas testiculares, la zona de la vulva. Esto quiere decir, que se excita el clítoris de muchas maneras, porque se encuentran en él los cuerpos cavernosos (igual que en el pene) que se llenan de sangre con la excitación y el roce. Todo lo que «siente» la vagina, lo siente porque «se lo presta» el clítoris, que rodea la entrada del conducto vaginal.

  • El deseo y la potencia sexual disminuyen considerablemente a partir de los 40 ó 50 años.

El deseo sexual no tiene porqué disminuir con la edad. El hombre, incluso en edades avanzadas, es capaz de tener erecciones buenas y estar en perfectas condiciones para tener relaciones sexuales con penetración, aunque el número de erecciones no sea tan abundante como en edades anteriores no es significativo de «falta de calidad»