En Terapia individual

Ciertos sabios han afirmado que la ira es una locura temporal. Porque está igualmente desprovisto de autocontrol, olvido de la decencia, despreocupado de los vínculos, persistente y diligente en todo lo que concierna, cerrado a la razón y al consejo, excitado por causas insignificantes, incapaz de discernir lo correcto y lo verdadero, la contraparte de una ruina que se rompe en pedazos cuando se abruma. Pero solo tienes que contemplar el aspecto de los poseídos por la ira para saber que están locos. Seneca Sobre la ira – 50 AD (Basore, 1958, p. 107).

La ira suele aparecer como resultado de percibir una amenaza, ya sea a nuestra autoestima, a nuestros derechos, a la consecución de nuestros objetivos, etc. Una vez percibida esta amenaza aparecen pensamientos irracionales como “los demás o el mundo deberían suministrarme lo que yo quiero o necesito”. A partir de estos pensamientos sentimos ira y ésta la podemos expresar con agresividad o reprimir hasta acabar explotando. Como consecuencia de ello, nos encerramos, nos frustramos, tenemos consecuencias negativas con nuestro entorno…

Normalmente, cuanta más ira expresas, menos efectiva se vuelve ya que a largo plazo los demás se alejan y dejan de escucharte, ayudarte, y por tanto, no realizaran lo que exiges.

Es un mito que expresando la ira (gritando, dando puñetazos…) la liberes, ya que aunque en el momento te “descargas”, el pensamiento no cambia, por lo que esa ira se mantendrá.

Entonces, ¿cómo manejamos la ira?

En primer lugar, tendrías que decidir NO expresar la ira y alejarte por un tiempo de la situación ante la que has sentido rabia y distraer tu pensamiento con el objetivo de enfriarte haciendo cosas como (hacer ejercicio físico, respirar profundamente) pero no servirá de nada si seguimos con el mismo pensamiento ya que eso solo aumentará la escala de ira.

En segundo lugar, una vez enfriado, tendrás que detectar los pensamientos y convicciones que alimentaban esta rabia y poderlos debatir y hacerlos más realistas, lógicos y útiles. Algunos ejemplos de estos pensamientos irracionales serian: los demás deberían actuar como yo quiero, el mundo debería ser justo conmigo, las cosas han de ser a mi manera o nada, me he de salir siempre con la mía…

Otras maneras de pensar más adecuadamente respecto a situaciones en las que percibo amenaza podrían ser:

· Pensamientos de seguridad:
– Esta situación me inquieta, pero puedo abordarlo
– Puedo manejar esto sin ira.

· Pensamientos de responsabilidad personal:
– Soy responsable de cómo me siento
– Los demás no son responsables de que obtenga lo que deseo

· “deberías”:
– La gente no tiene por qué hacer lo que yo pienso que deberían hacer
– El mundo no tiene por qué ser como yo creo que debe ser

· Falacia de tener derecho:
– Los demás no están obligados a satisfacer mis necesidades
– Soy libre de querer algo, pero el otro es libre de decir no

· Falacia de justicia:
– Me gustaría que el mundo fuera justo pero no lo es

·Suposiciones condicionales:
– Cuando alguien no me da lo que yo quiero, no significa necesariamente que no le importe o no me quiera

Una vez hemos detectado nuestros pensamientos irracionales y cambiarlos por otros más racionales, el último paso sería volver a la situación conflictiva y poder transmitir nuestros deseos y comprender el punto de vista de la otra persona y trabajar por la solución. Para ello, sería ideal que expresaras tu deseo de manera clara y simple sin exigir al otro que lo realice (por ejemplo: me gustaría que escucharas ya que cuando no lo haces me siento muy molesto.) y seguidamente escuchar su punto de vista, sus deseos y sus preocupaciones.

Marta Martorell